Fue la primera experiencia cooperativa hecha en Villarrubia y tuvo éxito durante bastantes años. Ambas alcoholeras, como casi todo en Villarrubia, repartidas en las dos barriadas.
La riqueza vinícola, tan extraordinaria durante años, hizo conveniente la obtención del alcohol sobre el terreno. En vez de destruir o exportar los desechos de la uva, mediante el adecuado tratamiento industrial de la casca -cascajo, escobajo y granulas-, se extraería en la misma Villarrubia el alcohol residual conservado en la misma.
Los grandes cosecheros de uva y los importantes fabricantes de vino ya tenían sus aparatos, grandes o pequeños, para obtener con ellos el "espíritu" vínico. La casca, una vez "caídas" las tinajas, se convertía en un auténtico estorbo, en algo de un valor despreciable, y había que deshacerse de ella como fuese.
La importancia que adquirió la Fábrica de Alcoholes Vínicos, S.A., con superiores y modernos medios técnicos a su disposición, acabó atrayendo el total de la casca de la uva pisada o molturada mecánicamente en Villarrubia y de pueblos vecinos.
Esta alcoholera, durante la temporada de la vendimia, y hasta algo después, ocupaba a varios especialistas en el manejo de complicados aparatos, lo que les daba una categoría social privilegiada. Era una auténtica distinción dentro de la comunidad obrera villarrubiera, donde sobraban tantos brazos y tantas inteligencias. Trabajar, aunque fuese por poco tiempo cada año en esta alcoholera generaba una especie de orgullo y un reconocimiento público de superioridad.
Sus instalaciones, vistas desde el exterior, y en especial su airosa chimenea, daban a Villarrubia un contenido de modernidad. La chimenea era como un dedo índice que señalaba la presencia de Villarrubia desde la lejanía, destacando sobre los tejados de las casas comunes del vecindario e identificando fisonómicamente al mismo pueblo.
Montaje de dos fotografías de la Alcoholera.
En la de arriba, puede apreciarse la raja negra que le abrió un rayo.
Triste final el de las alcoholeras. Por diversos motivos, dejaron de funcionar. Fueron cerradas, y el abandono condujo a que las ruinas se apoderasen de ellas y de sus historias. La chimenea de la legalmente constituida alcoholera como sociedad anónima fue alcanzada por un rayo, que no consiguió destruirla y continuó prestando su silueta característica que tanto agradaba a los villarrubieros. Resistió los embates del abandono, los ataques de la lluvia y del aire. La otrora magnífica Fábrica de Alcoholes Vínicos se fue disolviendo como entidad y como industria al ritmo impuesto por la invasión de hierbajos y de la ineficacia. La cancela de hierro que cerraba la entrada fue descerrajada. Los chavales encontraron en sus aparatos oxidados y en su explanada de secado campo libre para sus juegos.
Abundaban los pozos. Al fondo de uno de ellos fue a parar una niña. Los padres, excesivamente confiados, debieron pensar que nunca ocurriría nada, pero ocurrió. La niña fue sacada sana y salva, sin la menor herida ni rasguño, algo que parecía imposible. No obstante, el padre se querelló contra una sombra: la Fábrica de Alcoholes Vínicos ya inexistente y ganó: todo el enorme conjunto alcoholero, con sus terrenos, le fue adjudicado. Tuvo este padre más suerte que el del crío que resultó muerto por el derribo de un chopo plantado en la plaza por unos quintos santacruceros. ¿Qué podía hacer el padre de la niña con la riqueza potencial con la que, de improviso se veía favorecido? Sacarla a subasta, lo que supuso para el ingreso de una cantidad jamás por él soñada, pero inferior a su valor verdadero. Acudió a la subasta el Ayuntamiento, cuya puja fue superior y pasó a ser el definitivo propietario.
Esta historia termina con el derribo precipitado de la chimenea insignia.
Hubo la suficientemente falta de sensibilidad para que su derribo fuese total: ¡total!, cuando podían haberse reservado cinco o seis metros que recordaran lo que, en su día, fue motivo de orgullo villarrubiero. Bien es verdad que, después de la alcoholera venía el campo raso, y que por su soledad y su falta de atractivos, no era el lugar más apropiado para pasear placenteramente, lo que quizá sea posible ahora, si se cumplen los planes de construir en su lugar una barriada de casas subvencionadas, con una amplia avenida y un parque de recreo."
Libro "Paseos de placer por Villarrubia" - 2006 - Manuel Fernández Nieto
Música: "Cavatina" - Stanley Myers
En el año 2011, en la calle Ronda del Pozo, comúnmente llamada calle de la Alcoholera, fue finalizado un conjunto de viviendas unifamiliares, sin que se diera espacio para ese parque de recreo que comentaba Manuel Fernández en su libro.
Música: "Cavatina" - Stanley Myers
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