Nuestra Voz


Aprovechando la oportunidad de los espacios en los libros de fiestas patronales 2021 y 2022, creí que os podría resultar interesante y a alguno de vosotros quizás os ayudara a rebuscar en la memoria, atrayendo recuerdos de aquella tirada especial con el número 4, lanzada el mes de septiembre de 1983, al precio de 100 pesetas, de la revista local denominada con el nombre “Nuestra Voz”.

Contenido en las páginas 27 a 40 “Las Fiestas” y firmado por Jesús, Nicolás y Segundo, no solo me pareció muy entrañable el texto, también sus viñetas y por su puesto destacar el trabajo realizado en su día, poniendo ese grano de arena para la Cultura.

Tras extraer a modo de resumen las partes del texto más interesantes, para adaptarme al espacio que se me ofreció en ambos libros de fiestas patronales, la opción fue su separación en dos partes. Ahora, aquí dejo la información completa de ambas.

 

“Entre rastrojos más que yermos, uvas ya casi hechas y trémulos aires de fin de estío, septiembre me levanta del lecho. En este pueblo castellano, me toca ser la protagonista otra vez, así que he de aderezarme con mis mejores galas para representar bien el papel. Todos, píos e impíos, han presionado a mi mayordomo para que me haga levantar con más coraje. Ellos quieren también celebrar sus ritos taurinos y todas las “funciones” que más gusten. YO SOY LA FIESTA y estoy de nuevo con vosotros, lugareños.

Os hablaré primeramente de mi pasado, quizás algo distinto, pero en base lo mismo que mi presente. Mi vida entonces transcurría desde el día 6 de septiembre hasta el día 9.


Los gallos del día 6 desperta­ban a los fieles de su sueño y les llevaban hacia el Santuario. La misa celebra­da, iniciaba el camino de la Patrona hasta su ermita. El aire entonces se llenaba de un gran repique de campa­nas y de cohetes que anunciaban a to­do el lugar el momento de la llegada. Después la Banda interpretaba lo me­jor de su repertorio en la Plaza Mayor. A las cuatro de la tarde el encierro de los toros alborotaba calles y campo. 


La noche ya se acercaba y San José, cual esposo tras larga ausencia de la amada, salía jubiloso a su encuentro. La Oliva de las Ani­mas y alguna hoguera que otra lo se­llaban. Entonces, juntos en procesión, se encaminaban hacia el pueblo. Siempre había un arco con bengalas de colores que lucían cuando la Virgen traspasaba el umbral de la iglesia. Cerca ya de la medianoche la pólvora vestía el cielo de luminosos colores. Un baile o concierto por la Banda ponía fin al día.

El día 7 se inauguraba con una Misa Mayor, acompañada con músi­ca de Capilla. Rayando el mediodía, la tradicional y popular baja­da de las reses. Por la tarde se lidiaba la corrida. Con las primeras luces de la noche, la iglesia parroquial rebullía entre las voces corales de la Salve. Cuando esta terminaba, la retreta de la banda de música llenaba de música las calles y de nuevo fuegos artificiales unían la tierra y el cielo con hilos luminosos. El baile en la plaza proporcionaba la última diversión del día.


Con motivo de la gran festividad, el día 8, alboreaba con dis­paro de bombas y cohetes. La alegre Diana matinal entreabría los ojos de los más dormilones. Acto seguido una solemne Misa Mayor. Por la tarde, amenizada por Banda de Música, la rifa o subasta de los regalos que los vecinos habían donado a la Virgen se sucedía (cada cual daba lo que tenía o lo que podía: gallos, cebada, trigo,…) Al terminar, la Virgen salía en su deseo de recono­cer aún más al pueblo que la veneraba. A su paso por la plaza, un gran motete se cantaba en su honor.

Una misa cantada y una misa mayor, con acompañamiento de la Banda de música, abrían las funciones del día 9. La banda se lucía en concierto en la plaza. La tarde se llenaba de olés. La salve hacía eco en las primeras horas de la noche y luego la verbena, con gran traca y bomba, ponía fin a mis horas de luz.


El pueblo, contento de tener a su patrona en casa, hasta que mi mayordomo me volvía a despertar. Tenía que hacer una actuación más. Iba a durar dos días y coincidían con el último fin de semana. Una gran Salve de despedida congregaba a los fieles en las primeras horas del día primero. El otro era el día del adiós de la Virgen al pueblo hasta una nueva visita. Un canto de despedida, el nombrado Motete en el Pozo de San Pedro, era la expresión que el pueblo la enviaba en res­puesta. El mismo camino de polvo y piedra la veía pasar hasta llegar a su Santuario. Entonces, tras la misa de llegada, los riscos y ribera del Tajo presenciaban el alborozo y regocijo de las gentes en romería.

Ahora y entonces sí que ya puedo aseguraros que no iba a ser perturbada más en mi sueño.

Ya os he hablado de mi pasado, pero aún me siento un poco insatis­fecha. Creo que se me ha perdido algún que otro detalle que estoy segura os vaya a suscitar el interés y la curiosidad.


Un gran festejo y rito como el encierro tenía lugar por el campo, lo cual otor­gaba al hecho una gran emoción. La aproximación de los toros al pueblo, hacía hervir la sangre. Mencionar al­gunos personajes representativos por su acción y ello no quiere decir que fuesen los únicos; Guillermo Encinas "El Barque­ro" y Cecilio Escribano entre los del pueblo, y entre los "Villoteros" destacaron "Pineda" y "el Amago”. También iban mujeres, ¡menudos gritos daban la tía Eugenia “La Malata" y la tía Pau­lina “la Jabalina"! La gente andaba por las eras y el campo, donde había montones de basura y en las enramadas para subir a ellas. En los montones de basura cogías canti­dad de pulgas para rascarte toda la fiesta. Algunas veces los toros se escapaban; El llamado toro de los Cadillos, fue a parar a Valdejuelos. Otro año, que fue empresario el tío Cirilo “El Car­nicero", se escaparon los toros y se dio un pre­gón que todo aquel que cogiera uno, le daban la entrada para la corrida. El tío Antonio "Micha" y otros cogieron uno por el cementerio. ¡Ah! Y en el año 35 otro toro se escapó y mató a un borrico en la Vega de Colmenar.


El encierro del día 7 tenía un recorrido dis­tinto. La plaza se hallaba en la misma Plaza Mayor, hecha de palos y "madres", ro­deada de galeras y carros, así que bajaba por la ca­lle del Cristo desde la portada del "Palomar". En les galeras ponían esteras para que no se metiese alguno a ver las piernas de las mujeres por las rendijas. En los años 20, la corrida del día 7 costaba a tres pesetas la entrada. Desde luego que en el tablado valía más. En esos tiempos toreaban Joselito Miguelañez y Manuel Hermoso "Caliche", que aquí dejó el apodo, eran novilleros de fama en aquel entonces. Seguimos teniendo nostalgia de la primitiva plaza de palos. Bastaba oír el traqueteo del carrito, el llamado "runrún", que llevaba los palos que los vecinos daban para hacer le plaza, como para que uno ya empezase a llevar le fiesta dentro.


Entonces no había conjuntos ni discoteca, solo había baile en la plaza y tocaba la banda de música. Lo mismo bailábamos hombres con mujeres, que mujeres con mujeres o hombres con hombres, hasta que se prohibió el baile de parejas de hombres en el año 44. Me gustaría que hubieseis visto la polvareda que se armaba en la plaza cuando la jota ponía fin al baile.

Entonces no había tómbolas ni cochecitos de choque como ahora, pero había puestos que vendían chufas, pínsoles, cañamones, tostadas y cosas así. Había concursos, entre ellos estaba la "cucaña”, un palo untado con jabón y sebo, en cuya punta colgaban chorizos o alguna bolsita que tenía dinero. También estaban los pucheros de berro colgados de una cuerda. Unos te­nían agua, otros ratones, chocolate o algo de dine­ro y había que romperlos con un palo, con los ojos vendados.


No había toros de pólvora, ni gigantes y cabezudos. Vino mucho después. Lo que sí había era la elevación de globos al aire, muchos de ellos con formas grotescas y diverti­das. También se tiraban bombas japonesas que contenían sorpresas, caramelos, muñequitos y cosas así.


Para tomarse algo se iba a las tabernas o a alguna de las chozas que se ponían por las eras, donde vendían vino y limonada. Allí te tomabas un "chico"…Era un vaso de vino como el de un chato, pero lleno y que valía una “perrachica”.

La verdad es que uno disfrutaba si podía estrenar ropa nueva. Normalmente los hombres llevaban pantalones de pana, chaleco y gorra de visera. Calzaban alpargatas y algunos llevábamos borceguíes. Las mujeres iban con faldas y mandiles bordados, toquillas negras y calzaban con zapatillas.

Cambios e innovaciones que en mí se han ido sucediendo con el tiempo. Tratando de seguir un orden cro­nológico, os señalare los más destacables: 
El año 33 me saca a la luz en cuatro días,6,7,6, y 9. 
El 35 veté por mi presencia en el día 5. Entonces la lucha fratricida de los hombres me destierra a la oscuridad. Una vez el adiós a las armas, ellos se vuelven a acordar de mí, pero me dejan sin el día 5.
Así sigo hasta que el 47, incorporando el día 10. En ese año se celebra el primer baile en beneficio de la Virgen 
El año 51 es el más ambicioso y añade el díe 5 de nuevo. Desde entonces siempre aparezco por cinco días. Este 51 viene además con la novedad del desfile de gigantes y cabezudos para divertir a la población infantil. 
El 52 tuvo envidia del 51 y trae otra novedad, los Toros "Miura" con desprendi­miento de banderillas de fuego, los populares luego toros de pólvora. El 52 no fue un buen año y llena de tristeza a los enamorados de los encierros por el campo, tras convertirse en una mera exposición y desencajonamiento de las reses. 
El 59 viene con otra inno­vación, la pólvora en la Oliva de las Animas. 
Y luego la ele­cción de Reina y Damas de honor y el desfile de carrozas engalanadas se dan la mano en el 69. 
El 74 aporta el primer concurso de calles engala­nadas y el 75 la Ofrenda de Flores a la Virgen.


Solo me falta adherirme a vosotros. Siempre que viváis, celebrad, ya que la vida es una celebración diaria. Y si me acompañáis con más imaginación, buena unión y bien hacer, siempre os encontrareis dichosos en mi compañía. ¡Disfrutad conmigo! ¡Ah, se me olvidaba! Despertadme cuando queráis. Mi sueño está con vosotros.”



   
Música: "La Concha Flamenca" - Banda de Música del Maestro Tejera




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