En Fiestas - Año 1954
HUESPEDES
Qué lejos rodaba ya el último tren, y continuaba el tintineo trotón de los cascabeles. El coche de caballos iba y venía de la estación hasta no dejarla limpia de viajeros. Eran los esperados, amados, luminosos huéspedes: familiares, amistades íntimas, entusiastas de las fiestas, que el año pasado, y el otro, prometieron volver. Lo harían hasta que sus fuerzas lo consintieran. Si no se tenía a nadie a quien esperar, se buscaba el placer del espectáculo de las llegadas ajenas, todos fundidos en el revoloteo de abrazos, besos, palabras con el sentido único de la alegría.
MUSICA
Venía la Música de Capilla. Tocaban, cantaban salves, misas, motetes. Las obras de Palestrina, Pergolesi, Tomás Luis de Victoria sonaban espléndidas en sus violines, en sus voces de cálido timbre. La Banda de Música, siempre dignamente dirigida, y no es un decir, sino una feliz realidad que permanece, ocupaba los espacios que, por su naturaleza, no podía llenar el conjunto sinfónico llegado de fuera. El público se sentía más próximo, como suya que era, a la Banda y a su repertorio de pasodobles, valses lentos, chotis bailados cuerpo contra cuerpo, entre codazos y pisotones.
Banda de Música ante el ayuntamiento viejo - Año 1920
ENCIERRO
El color vivo, el dramatismo acongojante lo ponía el encierro en campo abierto. Envueltos en nubes de polvo cegador, toros, caballos y juventud volaban por los barbechos recién espigados sin rumbo fijo. Se vivían momentos tensos, interminables, pero bajo el signo de la grandeza mitológica. El susto de los revolcones se convertía en aureola de valientes de larga duración. Nada tan deseado ni tan temido como aquellas tardes jubilosas de jugar con la muerte y quedar vencedores. Con el sol hecho una furia, a las cuatro en punto en el reloj de bolsillo de la autoridad competente.
Encierro a su entrada por la calle de J.A.Primo de Rivera - 1946
SUBASTA
La hora de la ingenuidad sonaba en la plaza con el anuncio de la subasta de los productos ofrendados: cómoda forma de cumplir promesas hechas en situaciones de poco apuro. La adjudicación al mejor postor la gritaba, desgastándose, el voz pública. Fuera del corro, nadie se enteraba. La enormidad daba ocasión a divertidas controversias: una sandía disforme era replicada con una calabaza superior en tamaño y forma, pero corta en peso. Se saboreaba agua de limón helada. En las tabernas, vino de uva pisada y vasitos colmados de anís escarchado, cristalino y dulzón.
Fuente: M. (Libro de Fiestas Patronales 1994)
Música: Paul Anka - Put Your Head On My Shoulder (1959)