Mi intención era no extenderme demasiado, pero me ha sido imposible dado, al menos en mi opinión, lo interesante y absorbente de la información recogida.
Permitirme por tanto narrar a continuación, “a grandes rasgos”, una historia que a ciencia cierta no se sabe si es real o mera fantasía pero que ha hecho correr ríos de tinta. Se trata de la historia de Lucrecia de León y la Cueva “de Sopeña”.
Lucrecia de León
Corría en España el último tercio del siglo XVI, siendo rey Felipe II. La sociedad española por esta época era tan católica como creyente en supersticiones, la situación económica era terrible y el pueblo pasaba innumerables calamidades.
Felipe II
Con 16 años entraba al servicio de una dama de la corte y tuvo oportunidad de conocer al rey Felipe II y a su hijo, el futuro Felipe III. Por este motivo desarrolló un mayor odio hacia la monarquía y hacia todos los nobles y poderosos que vivían del despilfarro mientras el pueblo se cubría de miseria.
En la misma época coincidió con Miguel de Piedrola, descendiente y último heredero de los reyes de Navarra, quién supuestamente también tenía sueños proféticos que pronosticaban la caía de España y la desaparición del linaje de la Casa Real Española.
Piedrola pronto se pondría en contacto con Alonso de Mendoza y fray Lucas de Allende, personajes un tanto oscuros dentro de la alta sociedad española de su tiempo.
Alonso de Mendoza era canónigo de la catedral de Toledo y miembro de una familia de Grandes de Castilla y nada partidario de la política del rey Felipe II. Mendoza aprovechó la fama de Lucrecia sobre sus dotes proféticas para servir a sus intereses personales, ocupándose personalmente sobre su manutención, interpretando y difundiendo los sueños según sus propios intereses, que no eran otros que sembrar el desconcierto y pesimismo respecto a la política del rey.
Lucas de Allende, de origen humilde, nació hacia 1545 en nuestro por aquel entonces Villarrubia de Ocaña, cerca del emplazamiento de las cuevas de Sopeña. Fue guardián del convento franciscano de Madrid, uno de los más importantes establecimientos religiosos de la capital. Allende, como Mendoza, estudió teología. Cuando contaba unos dieciséis años se hizo franciscano, educándose en Toledo, Alcalá de Henares y finalmente en Coimbra, donde residió en el colegio de San Buenaventura entre 1574 y 1575. Posteriormente enseñó teología en un convento franciscano en Canarias y después fue guardián del convento de Mora (Toledo).
Todos ellos a su vez reclutarían a Lucrecia de León, dejando a fray Lucas de Allende a cargo de su dirección espiritual, además tenía la tarea de ir escribiendo en papel los sueños de Lucrecia.
Lucrecia repetía sueños con el Rey. En uno correspondiente al 10 de marzo de 1580 hay un apartado en el que lee, entre otras cosas:
«¡Pobre de ti, que tuviste la oportunidad pero no llegaste a comprender ni a hacer lo que es digno de un Rey!»
En relación con la Iglesia, sueña con una viuda sin manos, porque la Iglesia no ayuda a los pobres, sino a los ricos. En esta sociedad supersticiosa, donde mucha gente creía que los sueños de Lucrecia eran directamente de inspiración divina, solo era cuestión de tiempo que la Inquisición apareciera en escena.
Entre los sueños de Lucrecia podrían citarse infinidad, pero he aquí otro de ellos: corría el otoño de 1580, la joven tenía sólo 12 años. Eran los días en que Felipe II viajaba a Lisboa para reclamar el trono de Portugal. El Rey enfermó de gravedad en Badajoz. En sueños vio Lucrecia un cortejo fúnebre en la ciudad extremeña. Intrigado, su padre le preguntó si la persona que llevaban a enterrar era el Monarca, pero Lucrecia lo negó. Sin embargo, semanas más tarde se supo que la reina Ana de Austria había fallecido en el lugar del sueño.
Según Lucrecia, los herejes protestantes entrarían por España por el norte, los Turcos por el sur y los ingleses por Portugal. A todo esto, los moriscos, quinta columna de los invasores, se sublevarían desde dentro, facilitando las invasiones. El resultado sería la ruina total, entre sangre y fuego, de toda España. El rey, tras varias batallas en las que sería derrotado, huiría a Toledo y en la Ciudad Imperial moriría. La rama española de los Habsburgo desaparecería y sería sustituida por otra nueva, encabezada por Miguel de Piedrola. A continuación de esto profetizó que el resto de los supervivientes de la Corte se esconderían en una Cueva llamada “de Sopeña” y desde allí se iniciaría una nueva Reconquista de España. A todo esto Piedrola sería rey y Cristóbal de Allende, hermano de fray Lucas, su lugarteniente.
Los sueños de Lucrecia se irán haciendo cada vez más apocalípticos, conformando toda una colección de malos presagios para España, por culpa de los excesos de Felipe II, “Dios habría de castigarle por sus numerosos pecados”. A partir de ellos se empieza a hablar en el grupo de seguidores de una Nueva Pérdida de España (como la ocurrida en tiempos de D. Rodrigo, al 711). Es por ello que D. Alonso de Mendoza constituye, con el grupo de seguidores, la Congregación de la Nueva Restauración, extraña hermandad que fecha sus capítulos el 19 de septiembre de 1589. «Quisiera recordar por tanto, que varios miembros de la Congregación de la Nueva Restauración eran de Villarrubia”
Muerte de don Rodrigo - Batalla de Guadalete
Lucrecia cayó misteriosamente enferma. El número de sueños que recordaba descendió vertiginosamente durante los dieciocho meses siguientes. Sin embargo, ni su detención ni su enfermedad empañaron su reputación como vidente. Y muy pronto sus más ardientes seguidores empezaron a trabajar en Sopeña, el refugio que vio en los sueños.
La familia Allende tenía propiedades en Villarrubia de Santiago, entre estas en una heredad de Cristobal Allende había una cueva denominada «Sopeña», la cual tenía fama de lugar mágico. Ya en el siglo XII existía en la zona un topónimo denominado «la Cova», muy cercano estaba Alharilla, con su castillo y una ermita consagrada a la Virgen, esta era zona con gran cantidad de sucesos portentosos, supersticiones, etc.
Junto a unos riscos que daban al Tajo, cerca de Villarrubia, Mendoza empezó a dirigir los preparativos para transformar varias cuevas en refugios de supervivencia.
En marzo o abril de 1588, se agrandaron las cuevas almacenando en ellas provisiones de trigo, aceite y vino, incluso algunas armas de fuego. La correspondencia de Mendoza confirma la compra de estas y otras provisiones, junto con cargamentos de diversos adornos religiosos para una capilla de pequeñas dimensiones que según se dice, fue diseñada por Juan de Herrera, el arquitecto real. Según testimonio de fray Francisco de Murga, Juan de Herrera hizo construir tres o cuatro aposentos y dirigió las obras:
«colgado de una guindaleta, señalando las partes por donde se habían de romper y abrir las puertas y ventanas».
Juan de Herrera
No sabemos si Lucrecia participó en estos preparativos. Pero al menos en una ocasión visitó las cuevas, al parecer llevada allí por Mendoza, quien más tarde describió Sopeña no como una cueva, «sino casa fuerte por ser lo tanto aquel sitio y casa de Dios»
“Atravesaron también Perales y El Villarejo, y antes de la media mañana llegaron a Tarancón, y luego a Villarrubia de Santiago, y se desviaron por un camino muy malo hasta encontrar de repente un valle hondo, por el que iba trazando grandes curvas la ancha corriente del río Tajo.
—En uno de esos sotos nos esperan —dijo el hombre, y llevó la carroza hasta el paraje que al parecer era su punto de destino, donde había otras carrozas detenidas.
El lugar se encontraba al pie de unos barrancos en que la tierra se descarnaba en las feroces huellas ocres y blanquecinas que habían dejado los torrentes del agua llovediza. La ribera formaba allí un pequeño soto de chopos y en un claro había un pabellón de color azul, y frente a él un dosel blanco y dorado, sujeto por muchos pies pintados de rojo, bajo el que se extendían unas mesas de madera con largas bancas colocadas junto a ellas.”
Mientras que estos preparativos eran llevados a cabo, durante el verano de 1588, la reputación y credibilidad de Lucrecia subieron como la espuma al cumplirse sus sueños sobre la derrota de la Armada Invencible. Nuevos simpatizantes se sumaron a la causa por la visión de la derrota, como un símbolo de la vulnerabilidad de España y de la incapacidad de Felipe II para proteger a sus vasallos. Los diversos sueños que tuvo sobre la reina Isabel I conspirando con los enemigos de España eran un presagio del temor que estaba en la mente de todos los españoles: la perspectiva de que Inglaterra usara su recién adquirido poder.
Todo esto terminó como cabía esperar. Harto Felipe II de tanta conspiración, mueve los hilos para que entre en escena la Inquisición, y así comienza un proceso que durará algunos años, corría el año 1590.
Lucrecia, Alonso de Mendoza, fray Lucas Allende y otros asociados fueron detenidos cinco días después y encerrados en la cárcel de la Inquisición toledana.
El proceso duró unos 5 años y en ese tiempo no se pudo obtener una inculpación verídica por parte de Lucrecia. Lucrecia siempre se presentó como una mujer ignorante que había sido utilizada por fray Lucas de Allende y Alonso de Mendoza. Allende acusó a Mendoza de ser el verdadero cerebro de la agrupación y Mendoza se defendió diciendo que era un ultraje su detención e intentando conseguir el apoyo papal para su excarcelación.
Al final, Lucrecia junto al resto de conspiradores, fue declarada culpable.
Entre otros delitos se le consideraba culpable de blasfemia, falsedad y sacrilegios así como de sedición, por supuesto, también la condenaban de hacer un pacto con el demonio.
Tras sufrir un auto de fe público, fue castigada a 100 azotes (que por ausencia del verdugo se pospusieron una semana), dos años de confinamiento en un convento y el exilio permanente de Madrid. Una pena muy suave, teniendo en cuenta que el mismísimo rey iba contra ella. Esto demostraba el apoyo que había conseguido Lucrecia en la Corte.
La vida en prisión fue muy dura para Lucrecia, que para colmo de males, descubrió que estaba embarazada de Vitores, uno de sus seguidores, quedando así manchada su aparente castidad y reputación.
Salió de prisión en 1595, pero ahí no terminaban sus desdichas. Su familia la había abandonado y se encontraba sola con una hija pequeña que nunca había visto la luz del sol y solo conocía cucarachas y ratones como amigos de juegos. Tuvo que ingresar en el hospital San Lázaro de Toledo, habitado por mendigos y personas con enfermedades contagiosas. Pasó después al de San Juan Bautista donde el contagio no era una amenaza constante. Su huella se pierde al ganar la libertad. ¿Mendiga? ¿Prostituta? ¿Criada? Se ignora que camino tomó. Pero todavía hoy se discute la autenticidad de sus sueños.
Procesión auto de fe.
De la tan famosa cueva no se conoce su ubicación, siendo este uno de los grandes enigmas de nuestra España Mágica. Documentalmente no queda rastro de ella, ni los protocolos notariales de la localidad de Villarrubia de Santiago, que se encuentran en el Archivo Histórico Provincial de Toledo, ni en el archivo diocesano de Toledo, ni en la documentación inquisitorial, hay más que vagas referencias a su localización. La cueva se menciona por primera vez en el proceso contra los conjurados.
No debe hallarse en un lugar recóndito y de difícil acceso, pues durante años se utilizó como ermita para celebrar misa y tenía próximo un humilladero, construcción que normalmente se ubicaba en las inmediaciones de un camino.
Fuente Grande de Ocaña
En las tierras de Ocaña existen varios cerros con el nombre de Sopeña, igualmente en la vecina Noblejas existe un cerro de la Sopeña, anexo a una vieja casa de labor propiedad de los dominicos. Todo ello rodeado de varias minas de espejuelo, donde algunos dicen que existen galerías que comunican con la cueva salvífica; incluso leyendas locales comunican todo esto con el despoblado de Oreja, uno de los más espectaculares de España.
En otro lugar, en un barranco de Villarrubia, conocido como el Barranco del Pilón, con su cueva, también se ha buscado la Sopeña. Esperemos que en un futuro próximo demos con su ubicación, sería uno de los descubrimientos del siglo.
Políptico de Gante o La adoración del Cordero Místico - Jan Van Eyck - 1432
A pesar de su belleza, con 21 años aún no estaba casada, algo bastante extraño en la España de la Edad Moderna donde las muchachas se solían casar temprano. Parece ser que el motivo de que no se casara era porque su padre no había sido capaz de reunir una dote, algo que en sus sueños estaba muy presente y que indirectamente también se vio afectado Felipe II quien tampoco había casado a su hija predilecta Isabel Clara Eugenia.
Posiblemente el resto de su vida fuera muy dura, sola, sin recursos y madre soltera. Triste destino para una soñadora.
Fuentes principales:
El Miradero - Boletín del Ateneo Científico y Literario de Toledo - La Mesa de Ocaña, espejo de la Cueva de Sopeña; por Antonio Martín Asperilla
Los sueños de Lucrecia - Política y profecía en la España del siglo XVI; por Richard L.Kagan
Las visiones de Lucrecia; por José María Merino
Lucrecia de León, una mujer condenada por soñar; magisquam.wordpress.com
Música: LA BELLA MALMARIDADA - Gabriel Mena (S. XV/XVI)