Realidad y Fantasía de una noche lúgubre
Puerta de acceso a la Torre
(Iglesia de San Bartolomé Apostol)
(Iglesia de San Bartolomé Apostol)
El 1º de noviembre, Día de todos los Santos, desde bien temprano, los Martinitos empezaban el acarreo de todo lo que consideraban necesario para pasar la noche en la torre de la iglesia. Subían gavillas de sarmientos, troncos de oliva, mantas..... Había que protegerse del aire que, como todos los años, llegaría de la sierra de Guadarrama. Que no se olvidara la porrona de vidrio, con su funda de soga de esparto y media arroba de vino dentro.
Vistas desde el campanario de la Torre.
(El antiguo cementerio, estaba donde actualmente se localiza la plaza de Toros)
Al salir a la plaza se veían envueltos en las densas sombras, frías sombras de la noche lúgubre, bajo el amedrentador goteo sonoro. Algunos iban derechos, con prisas, al Descubierto; otros se quedaban aturdidos en medio de la plaza, sin saber dónde estaban, costándoles trabajo encontrar su calle y su casa; los que poco antes dijeran que no creían en «eso de las apariciones», quedaban como petrificados al descubrir que en el rincón de los calabozos había una calavera iluminada, y se volvían, en espera de que alguien más saliera de la taberna e ir en su compañía. La calavera: una calabaza agujereada con un cabo de vela encendido dentro. Las bromas, aunque macabras, mantenían un equilibrio liberador en medio de un ambiente tan terrorífico.
El campaneo se iba haciendo más débil y más espaciado según iba clareando el día, Día de los fieles Difuntos, hasta dejar de sonar por completo.
Los Martinitos, cumplida su misión anual, satisfechos de su trabajo, bajaban de la torre y empezaban a recorrer el pueblo pidiendo «algo para el clamor». En su lenguaje, «pa el cramor». Los vecinos a los que habían tenido en vela buena parte de la noche, les daban lo que podían. Se sentían como agradecidos por la visita, y algunos les decían cosas parecidas a ésta: «Que el año que viene también os podamos dar algo». Con esas palabras candorosas y una tímida sonrisa expresarían su alivio de tantos temores nocturnos despertados y un deseo de supervivencia: que tarden las campanas en tocar por ellos, por sus almas.
Los Martinitos, cumplida su misión anual, satisfechos de su trabajo, bajaban de la torre y empezaban a recorrer el pueblo pidiendo «algo para el clamor». En su lenguaje, «pa el cramor». Los vecinos a los que habían tenido en vela buena parte de la noche, les daban lo que podían. Se sentían como agradecidos por la visita, y algunos les decían cosas parecidas a ésta: «Que el año que viene también os podamos dar algo». Con esas palabras candorosas y una tímida sonrisa expresarían su alivio de tantos temores nocturnos despertados y un deseo de supervivencia: que tarden las campanas en tocar por ellos, por sus almas.
Texto: "Comentarios a algunos aspectos de la historia de Villarrubia de Santiago y otros escritos" - 2004
Manuel Fernández Nieto
Manuel Fernández Nieto
Audio: Toque de difuntos para varón - Satibáñez Zarzaguda
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