El ganador del Tour de 1959 pasó sus años de infancia en Villarrubia de Santiago. Aquí empezó a trabajar y a demostrar sus habilidades sobre la bicicleta.
Fue donde “El Águila de Toledo” pasó buena parte de su infancia y fue donde comenzó a demostrar su habilidad sobre la bicicleta.
El propio Bahamontes cuenta su vinculación con este pueblo toledano.
“En Villarrubia de Santiago pasé la Guerra y pasamos mucha hambre”.
Fue aquí donde el ganador del Tour de 1959 desempeñó sus primeros trabajos, en los que ayudaba a su familia.
“Mi padre trabajaba rompiendo piedra con un martillo y un señor y yo le ayudábamos con un volquete. Con 11 años ya estaba trabajando. Mi padre echaba tierra y nosotros echábamos piedra con la pala al volquete”.
En los ratos libres, Bahamontes aprovechaba para correr en bicicleta. Mariano Monzón fue compañero del campeón toledano durante su juventud:
“Corrí con él una vez. Era muy bueno. Había una prueba que salía desde Toledo hacia Madrid para luego volver. Cuando volvimos, él ya estaba dirigiendo la carrera. Desde entonces sabíamos que era un figura sobre la bicicleta”.
Otro compañero de aventuras de Bahamontes en sus inicios como ciclista fue Arsenio Santiago:
“Corría con mucho estilo. Nos escapábamos subiendo a Ocaña, otras veces íbamos a La Guardia, y tirábamos para delante. Entonces, ya demostraba potencial, se desenvolvía bastante bien en la montaña”.
Por aquél entonces, nadie presagiaba que ese jovencito se convertiría años después en el primer ganador español del Tour de Francia.
Arsenio: “Ni él ni nosotros pensábamos que llegaría tan alto como llegó. Entonces era un simple aficionado, como los demás. Era un poco mayor que nosotros, y se metió a profesional cuando fue al título de Barcelona y desde entonces, fue para arriba”.
Esta fotografía fue tomada en Villarrubia, en meta de etapa Vuelta a Toledo 2015. En la línea de llegada, Bahamontes se reencuentra con Mariano y con Arsenio. Mientras supervisaba que todo lo relacionado con la carrera estaba en orden, aprovechó para saludarles, hablar con ellos e incluso posa para una foto delante de la cámara. Mientras, Mariano y Arsenio sí pueden contar que ellos rodaron en bicicleta con otro joven llamado Federico Martín Bahamontes. Años más tarde, su compañero de aventuras se convertiría en el primer vencedor español en el Tour de Francia.
Cincuenta y ocho inviernos después de ganar el Tour de Francia, Federico Martín Bahamontes recibe cartas de admiradores que han vivido tanto como él. Tiene 88 años y una historia detrás de cada palabra. Desde hace unos días, desde que murió Roger Walkowiak, el «Águila de Toledo» es el decano de todos los vencedores del Tour de Francia, la carrera que conquistó en 1959 y que lo convirtió en pionero para España. Bahamontes representa un viaje al centro de la vida, al pasado de un país, a la guerra, el hambre y el deporte que se practicaba por rabia y honor. Un embajador del ciclismo y del Tour.
Muestra unas fotografías y comenta:
«Ese que está ahí era mi abuelo, el lechuga. Y esos de allá, mi padre, Julián, y mi madre, Victoria».
«Yo me dedicaba al estraperlo. Bajaba a Torrijos a por pan y harina, y a Gálvez a por garbanzos. Hacía todos los días 60 o 70 kilómetros cargado de mercancía con la vieja bicicleta de mi padre. La Guardia Civil se apostaba a los lados de los caminos y nos cogía todo. Había que estar vivo. Nos avisábamos entre nosotros como se avisan ahora los conductores con las luces. Compraba a dos pesetas y mi madre vendía a cinco».
«Yo pasé hambre, muchísima hambre. Por eso me hice ciclista».
Un niño con ocho años en un país en guerra que lo rememora todo como si hubiese sucedido ayer.
«Cuando estalló la guerra nos fuimos andando desde Toledo hasta la Ciudad Universitaria en Madrid. Allí vivimos durante una semana debajo de una lona. Una tía mía nos acogió en O’Donnell y allí nos quedamos un año. Pero no había comida. Siempre teníamos hambre. Nos fuimos a Villarrubia de Santiago y allí pasamos la guerra».
«En Villarrubia mi padre machacaba piedras para hacer carreteras, como en esas películas de los presos, y yo me puse a trabajar con doce años. Era muy fácil: yo iba con un volquete y arrojaba las piedras para que mi padre y otros las machacasen».
«Mi familia quería volver a Toledo y compramos un carro y una mula, a la que llamamos “Andaluza” porque era muy elegante. Mi padre pensaba que las mujeres andaluzas eran las más elegantes. Paramos en Aranjuez y no teníamos ni un duro. Pero lo que se dice ni un duro», relata mientras hace el gesto de las dos velas que bajan por los costados de la nariz.
«No teníamos nada para comer. En Aranjuez cogí un azadón y me puse a escarbar entre los escombros. Allí me encontré unos reales y fue como un milagro. Nos dimos un festival de comida en Aranjuez. Arenques, tomates, espárragos…».
¿Y nada de carne?, vuela la pregunta
«¿Carne? -ríe y gesticula-:
"La carne que comíamos eran los gatos que yo cazaba por las noches con un tirachinas o con palos. Comíamos gatos, pasábamos mucha hambre».
"Robaba dinero a mi madre porque quería un balón de fútbol. Formé un equipo. Compré mi primera bici a un herrero por 150 pesetas. Estaba colgada en un gancho de la fragua y no tenía cambios. Me apunté a una carrera en Toledo y gané».
El ciclista que hurgaba en los sacos de almendras con una navaja o sustraía naranjas para comer, pronto se convirtió en una sensación para esa época de decadencia y penurias. Sin medios para ejercer su nueva profesión, Bahamontes se trasladaba de Madrid a Mieres en la bicicleta del herrero para concursar en la Vuelta a Asturias. En 1954 el seleccionador de ciclismo Julián Berrendero le reclamó para correr el Tour de Francia.
«Le pedí permiso a mi madre, a la que siempre hablaba de usted».
Bahamontes siempre fue un tipo singular, único, propenso al exceso.
«Recuerdo que en el Tour nos afeitábamos con vino blanco. Echábamos una peste… También me acuerdo de que en los primeros Tours que corrí me agarraba cada pájara. Era tremendo. Tenía el vicio de querer ganar y me olvidaba de comer».
Bahamontes compitió seis veces en el Tour (1954, 1958, 1959, 1962, 1963 y 1964), siempre logró el reinado de la montaña y conquistó siete etapas.
«Mi truco en el Tour era almorzar en la habitación. Yo podía pasarme sin comer porque lo había hecho antes, de chaval. Los demás se zampaban un bistec y arroz, pero yo sabía que tenía que comer poco para subir ligero. Y solo tomaba cinco galletas María y un té antes de las etapas»
Fuentes: abc.es y as.com
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