La mesa de Ocaña en el siglo XVIII
EL SIGLO XVIII
Antonio Ponz en su libro "La mesa de Ocaña en el siglo XVIII. Arte y sociedad a los ojos de un viajero ilustrado" dice sobre Villarrubia de Santiago.
De Villarrubia de Santiago y otras cosas notables de su comarca
Llegué a Villarrubia de Santiago y , como era cerca del mediodía, nos hallamos con la mesa ya dispuesta en casa de un sujeto distinguido natural de aquella villa. Fue mucho lo que allí hubo de gustoso, de abundante y de placer entre los concurrentes. De este lugar fue hijo Fray Juan González de Critana (Fraile agustino nacido 1555 y muerto después de 1613), escritor ascético, discípulo de fray Luis de León, que en sus obras da muchas noticias interesantes acerca de sus contemporáneos, sobre todo en su catálogo de agustinos ilustres.
Lo que presumo del pueblo se compondrá de 350 casas y, según me han dicho, alcanzó hace poco más de treinta años las 470; excede algo de 1000 habitantes. Créese que se llama Villarrubia porque mucha parte del pueblo y tierra que confina con él es colorada. En efecto, Villarrubia vale Villarroja.
El primitivo emplazamiento de la población debió estar en la ribera del Tajo en un paraje llamado el Castellar, donde hubo un famoso castillo y al que debe su apellido una de las familias más ilustres de la villa. Al presente hay una ermita de la Virgen de esta advocación a la que acuden los naturales en romería el día 8 de Septiembre.
Cerca de dicha ermita hay una salina de piedra que se beneficia por orden de S.M., y tres ruedas de aceña en un lugar llamado Valdajos.
En la ribera del Tajo, donde se pescan buenas anguilas, hay arboledas con algunos frutales como membrillos, ciruelos y duraznos. Desde el cerro que ocupa la ermita del Castellar se divisa una vega muy fértil, pero en el resto del término solo hay un montecillo, cuya madera sirve para hacer aperos de labor. La leña que se gasta es de oliva y viñedo.
En algunas de las tierras del término se coge el azafrán. Por suponer que V. no habrá visto esta planta, le digo brevemente que se reduce una cebollita del grueso y figura de una nuez con poca diferencia. Plantadas éstas por Septiembre, echan unos tallos blancos que salen de la tierra a mitad de Octubre, días más o menos, según la disposición de la tierra y las aguas de Agosto y Septiembre. Los tallos sirven como de cañones, por los cuales suben ciertas rositas desde la cebolla que los rompen en su punta. Cada tallo produce dos o tres o cuatro rosas según es gruesa la cebolla, y son de color azulado claro; salen acapulladas y luego el sol las abre. Hay tres hilos encarnados puestos entre otras tantas hojas amarillas en medio de cada rosa, y estos hilos es el azafrán.
La salida de dichas rosas suele durar quince días y en este tiempo salen también del cañón del tallo ciertos hilos verdes que se llaman espartos, por la semejanza que tienen con el esparto. La hora mejor de ir a buscar y recoger las rosas es por la mañana; las llevan a casa en cestas y luego se les quita el azafrán antes que la rosa se marchite, lo cual sucede muy presto, por ser delicadísimas. Después se tuesta el azafrán a la lumbre o se cura al sol con aceite, en todo lo cual se han de observar muchas circunstancias para que no se malogre. El azafrán que se tuesta a la lumbre disminuye de cinco partes cuatro, y el que se tuesta al sol de cuatro partes tres. Procuré que se me diese una razón del modo de cultivar los azafranales, de sembrar, arrancar y conservar las cebollitas y de las demás circunstancias en dicha materia. Visto lo que cuesta, ya no me parecería caro, aunque se vendiese la libra a más de cien reales.
La población se surte de tres fuentes de agua dulce, en especial las llamadas de Valdezahumo y Chozano, que tienen lavaderos. Hay, dos fuentes salobres y tres pozos.
De antiguos lugares y de la causa de su despoblamiento.
Es ocioso pintar cuan importante es para la felicidad y aun para la vida de los hombres la abundancia de aguas y el buen aprovechamiento de las mismas no solo para el sustento de hombres y animales sino también para los plantíos y arboledas tan necesarios a la nación, como ya he dicho a V. en otras cartas.
Hubo en las cercanías de Villarrubia, según me dijeron, dos poblados llamados Villoria y Biedma, ambos encomiendas de la orden de Santiago. Se ha perdido la memoria del tiempo en que desaparecieron. Algunas reliquias quedan de lo que fue esta población. Se ven vestigios de sus casas y aún de su iglesia. Quienes me informaban me dijeron que por el transcurso de muchos años no podían determinar la fecha de la ruina y abandono de Villoria, pero es creencia general que la causa por que sus habitantes hubieron de dejar el lugar hasta el extremo de quedar despoblado fue no tener agua dulce para el consumo del pueblo. ¡Mire V. si tenía razón al clamar contra el descuido que hay en alumbrar pozos, construir cisternas y canales por los que el agua pueda correr y regar las tierras hasta ahora sedientas e incultas!.
La encomienda de Biedma debióse despoblar por causa bien distinta, pues su inmediación al Tajo hacia de este lugar malsano y por demás enfermo.
Ello es que en el día de hoy solo queda Villarrubia, donde están las casas de las tres encomiendas: La del lugar y las ya dichas de Villoria y Biedma.
En la antigüedad hubo cerca de Villarrubia hacia la parte de poniente un castillo. Ya en el siglo XVI no quedaba de él más que los cimientos y algunos lienzos de muralla. Hoy sólo queda el recuerdo de tal fortaleza.
De la iglesia parroquial y de las cosas notables que hay en ella.
La iglesia parroquial es fábrica bastante espaciosa. Su construcción data del siglo XIV , aunque no se ultimó hasta el siglo XV.
La planta es de cruz latina y excede poco de 180 pies en el largo, y no alcanza los 100 en el ancho. Cada una de las capillas de los lados tiene su cúpula, además de la mayor en el crucero; éste alcanza los 100 pies de altura, poco menos, y es obra magnifica y singular. Entre las capillas hay medias columnas de orden corintio que sustentan los arcos y bóvedas de la nave central, lo que da grandiosidad a la fábrica.
El retablo es cosa rematada en la clase de la talla y doraduras. Es lástima, por las buenas cosas que, como se ha dicho hay en su recinto por ser edificio notable. (Es conocida la manía que Ponz tiene por los retablos dorados del barroco. Hoy el de Villarrubia nos parece una maravillosa muestra del Barroco del siglo XVII).
En este siglo se ha abierto entre las capillas un nuevo ingreso de estilo mas arreglado, todo él de piedra de sillería, que tiene su particular mérito. (Se refiere al actual acceso a la iglesia)
No debo salir de la iglesia sin hablar de la custodia, la cual sirve en la festividad del Corpus y en el monumento por Semana Santa. Es de figura redonda y de su centro salen como rayos de sol. El monumento es de plata blanca, cincelada y revelada. Su artífice fue el platero toledano Julio Domínguez y la hizo en el año de 1734.
Del estado lamentable de la industria y de la necesidad de promover todo genero de manufacturas
Había en Villarrubia en tiempos mas felices hasta cuatro telares en que se tejía el paño pardo somonte. Trabajaban dos personas en cada uno de ellos, mas por carencia de lana estaban holgando todo el año. Al presente sólo queda un telar, y aún este no está muy seguro. Pocos beneficios deja la tan cacareada Mesta, tras la inmensa y pingüe tierra destinada a las dehesas que se deja de cultivar por mantener en ellas sus ganados, la lamentable despoblación que de esta falta de cultivo se experimenta en las provincias más feraces de la península, la multitud de personas robustas ocupadas en esta granjería, más para beneficio de nuestros émulos que en utilidad de la nación.
Es el caso que en Villarrubia este ramo de industria está desapareciendo sin que nadie ponga remedio.
Las haciendas de Villarrubia están mejor repartidas que en otros lugares. Poquísimos hay que no tengan tierra propia que cultivar y algún ganado de todas suertes que los sostiene en las grandes necesidades. En otros puntos como la Mancha hay más ricos porque las haciendas están repartidas en cierto número de hombres poderosos y los demás son infelices jornaleros, sin más medio de mantener a sus familias que la escasa remuneración de su trabajo.
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