El espejuelo es un yeso cristalizado que se presenta en la naturaleza en forma de masas transparentes. Su estructura es laminar, de manera que parece estar constituido por multitud de hojas o capas adheridas, siendo susceptible de ser separado siguiendo planos, lo que permite obtener, de una sola placa, una serie de láminas de grosores variables.
Este yeso selenítico o selenita, era denominado Lapis specularis en la antigua Roma, ya que su espectacular transparencia y tamaño, lo hacía ideal para la fabricación de ventanas, espejos y otras aplicaciones, exportándose a todo el Mundo Romano.
“... de algunas sabemos que han surgido en tiempos de nuestro recuerdo, como el uso de cristales [speculariorum usum] que transmiten la luz a través de una masa transparente...” Séneca - siglo I d.C.
La calidad superior del lapis specularis hispano se impondría en los mercados y la vertebración de calzadas y ramales de zonas mineras canalizó principalmente la producción del lapis specularis hacia el Mediterráneo, uniendo la meseta con el puerto como medio de difusión de su comercio y exportación por vía marítima.
“De Yepes a Ocaña se llama camino de Toledo. Sale de Ocaña al Este, por el camino Viejo del Villar y discurre por los llanos de la Mesa hasta la Venta del Sarmiento situada junto a la Fuente del Pozuelo, al Este de Villarrubia de Santiago. La Venta del Barranco se denomina Venta Vieja y se hallaba en la cabecera del arroyo de Villoria, entre los términos de Villarrubia y Santa Cruz.”
El asentamiento y minas de Las Caleras, se extendía por los llanos de la Mesa en su borde septentrional que se asoma a la Fosa del Tajo, entre los términos de Noblejas y Villarrubia. Los yacimientos romanos más próximos se hallan en el cementerio de Villarrubia de Santiago y Fuente del Pozuelo.
El espejuelo se muestra en muchas cárcavas y barrancos de Villarrubia con distintos colores y bellas formas, muchas veces redondeadas por el paso del agua, siendo unos de los lugares más bellos los denominados Barranco de Villoria y Chorro de Villoria: “Lo más sensacional es la desembocadura del barranco en el río, vista desde abajo. Sólo los caprichos de la naturaleza son capaces de crear un espectáculo tan bello. Las vetas blanquecinas del espejuelo, a ambos lados, acompañan a los manchones color de rosa pálido, al verdinegro de las matas que, en lo alto, soportan una sequía abrasadora.” Manuel Fernández Nieto
Desde la Alta Edad Media se conserva el nombre de “Calzada” al Sur de Villarrubia:
“E si alguno viniere de mas de XXV por seer vezinos in Villa Rubia, de la calzada in alá arrompe e lavre si quisiere, sed de la calzada in achá no coian plus de XXV.”
Siendo posiblemente el lapis especularis uno de los primeros minerales extraídos de las minas de Villarrubia, la cercana Senda Galiana se utilizaría para el transporte y también sería una de las razones del asentamiento romano en la ladera del río.
La minería del espejuelo jugaría un papel destacado entre los materiales incorporados en los nuevos programas arquitectónicos. La demanda de amplios ventanales que dejasen pasar la luz y el sol, permitiendo igualmente la visión exterior, exigía de un cierre lo más translúcido posible que cumpliera esta misión. Estos materiales precederían al vidrio.
Su aplicación resultaba adecuada, permitiendo además ver el exterior, aislando y protegiendo de las inclemencias de la temperatura, lluvias y vientos.
El aprovechamiento de la energía solar, tanto lumínica como calorífica, fue especialmente tenido en cuenta a la hora de proyectar edificaciones de carácter público, como las termas, pero también llegó a tener una función decorativa y estética para revestimiento de edificios, aprovechando su reflejo y brillo. Así, sabemos que el suelo del Circo Máximo llegó a cubrirse de lapis specularis Toledano para incluir un efecto visual al espectáculo.
En algunos Lapidarios a partir de la Edad Media, al lapis specularis se le denomina también como “lapis lunaris” y se le atribuyen poderes mágicos y de uso en recetas de hechizos y prácticas de alquimia.
Su explotación se desarrolló fundamentalmente en los siglos I y II después de Cristo.
Las minas eran siempre subterráneas, generalmente con profundidades que no superaban los 30 metros bajo la superficie y galerías de sección reducida, aunque también eran habituales cámaras que llegan a tener varios metros de altura.
La cueva, con cierta fama de mágica, fue convertida en refugio. Al poco tiempo, en 1577, se construiría en sus inmediaciones un humilladero. En 1588, la Congregación de la Nueva Restauración procedió a agrandar las cuevas para almacenar en ellas trigo, aceite, vino e incluso algunas armas de fuego. Según un testimonio de la época, Juan de Herrera dirigió las obras e hizo construir en ella tres o cuatro aposentos, donde se colocaron camas, excepto en uno, habilitado como capilla y lleno de imágenes.
“…colgado de una guindaleta, señalando las partes por donde se habían de romper y abrir las puertas y ventanas”.
La Sopeña no podía quedar lejos del Camino Real, en las cercanías del Tajo. También se ha buscado en el conocido como el Barranco del Pilón, pero a día de hoy sigue sin conocerse su paradero, siendo este uno de los grandes enigmas de Villarrubia y de España.
“…antes de la media mañana llegaron a Tarancón, y luego a Villarrubia de Santiago, y se desviaron por un camino muy malo hasta encontrar de repente un valle hondo, por el que iba trazando grandes curvas la ancha corriente del río Tajo. El lugar se encontraba al pie de unos barrancos en que la tierra se descarnaba en las feroces huellas ocres y blanquecinas que habían dejado los torrentes del agua llovediza. La ribera formaba allí un pequeño soto de chopos…”
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Gonzalo Monzón Rodríguez
Música: "Aetas Romana" - Adrian Von Ziegler
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