Tesoro que iluminó mi ilusión



Por si alguno de vosotros aún no lo sabéis, el último domingo de septiembre se celebra en Villarrubia de Santiago LA BAJADA, celebración-romería en honor a La Patrona, Ntra. Sra. del Castellar. Es por ello que veo oportuno e interesante abrir este artículo, basado simplemente en la transcripción de un relato, cuyo autor se desconoce.

Dice así:

"Hace muchos años, en la original Fiesta de nuestro pueblo, BAJADA de Nuestra Patrona La Virgen del Castellar, acompañé la procesión hasta la Ermita del Humilladero.

Cuando la Santa Imagen, colocada en el carruaje que la traslada a su santuario, acompañada del Sacerdote de la Parroquia. Rectores de la Hermandad y fieles devotos emprende el camino, observé la hermosa y su­blime emoción reflejada en los rostros de los numerosos congregantes: hombres, mujeres y niños que, con la mirada fija, la plegaria en los labios, con la fervorosa fuerza que hace aflorar a los ojos lágrimas de ternura amorosa, despedíamos a La Virgen rogando su bendición -digo despedi­mos porque también me cuento yo-. 


Al regreso, alcancé a una ancianita que. apoyándose en un cayado, temblorosa, con el mirar luminoso empañado en la emoción recibida, diri­giéndome a ella, la dije: Abuela, esta caminata es mucho esfuerzo para su edad: la acompañaré y haciendo cortos descansos conversaremos. ¿Le parece bien? Sus palabras fueron: ¡Hijo mío!, mucho le lo agradezco y que Dios te pague tu caridad y empezó a relatarme. Me faltan unos meses pa­ra cumplir cuatro veintes y tres años de mi vida: desde muy joven, todos los años, ando el mismo camino para recibir y despedir a La Virgen, cada vez con menos fuerzas físicas pero con más grande devoción y fe. 


La pregunté: ¿Cómo eran tas Fiestas de La Virgen en su juventud? ¿Qué recuerdos gratos y de alegría conserva de ellas?

Me respondió: En los tiempos de mi mocedad, en que aún no nos ha­bía llegado ni la electricidad ni el ferrocarril ni tan siquiera las carrete­ras, pues solo había caminos y sendas, las "funciones" como llamába­mos a las fiestas en honor a La Virgen eran sencillas y fer­vorosas. El día de "LA ENTRADA" acompañábamos a La Virgen alumbrando con velas, más o menos como en los presentes tiempos, únicamente han de­saparecido los velones de confección casera, aromatizados e incensados y también, las hogueras que se prendían a un lado y otro del camino de la Cuesta de la Virgen y que servían de luminarias de la carretera. También se perdieron los farolillos de papel, multicolores, que engataban los quicios de las puertas y ventanas de los vecinos de la calle de ta Virgen. La alegría, la esperanza, la fe, la devoción a la Virgen sigue imperecedera. 


De mis recuerdos de juventud, conservo como tesoro que iluminó mi ilusión, el año que celebrando las Fiestas me enamoré y que en un relicario llevo junto a mi corazón. Accionando, de su regazo extrajo un esca­pulario y de éste, un viejo y amarillento papel. Toma y lee, me dijo. 

Decía así:

A una moza juré amor hasta la eternidad, y por testigos tuvimos La Virgen del Castellar. 

¿Esto qué significa abuela?, pregunté.
Respondiéndome: La letra de la jota que me cantó, en un baile celebrado el día que nos enamoramos, el hombre que fue mi marido. 

Seguí leyendo. En el respaldo decía:


EL CASTELLAR.

Morada Divina de la Reina del Cielo. 
Camino que guía ante La Virgen María.
Gota de roció en el dorado Cáliz. 
Blanco como una azucena. 
Palacio de las Plegarias. 
Relicario de la Fe.

Alcázar de la Gloria de La Madre de Dios, 
ante la que un pueblo reza. 
¡Santa María! ruega por nos. 
Este es el recital que elevamos a La Virgen pidiéndola su protección. 

La devolví el papel y despacio en el caminar llegamos al pueblo y al despedirme la dije: Bienaventurada abuela. Que Dios la conceda la Gracia de ver en el Cielo con los ojos del alma a nuestra Virgen del Castellar.

Y se despidió de mi diciéndome: ¡Adiós! y que Ella premie tu bondad."







Música: Motete de Despedida a la Virgen del Castellar.