William Maclure - La glauberita y la Academia de Ciencias Naturales de Filadelfia


La «Academy of Natural Sciences of Philadelphia» fue fundada en 1812, siendo la primera institución de América dedicada al estudio de las Ciencias Naturales. Una de las tareas fue la de obtener una buena colección de minerales. En 1817 contaba ya con unos 5.000 ejemplares y a principios del siglo XX su colección de minerales alcanzaba los 30.000 ejemplares. La colección había sido tasada en 5 millones de dólares. En octubre de 2006 la mayor parte de la colección fue vendida en una cifra que no se hizo pública y dispersada en lotes o como piezas individuales.

     William Maclure

Uno de los ejemplares que formó parte de la colección y que fue vendido aparece en la fotografía. Se trata de un conjunto de cristales de glauberita, asociados a halita, procedente de Villarrubia de Santiago, localidad tipo para el primero de estos minerales. La glauberita fue descrita por primera vez por Brongniart, quien el 28 de diciembre de 1807 leyó una comunicación en la Academia de Ciencias de París, examinando la composición química y las propiedades físicas y geométricas de unos cristales que se encontraban dentro de masas de sal gema procedentes de «Villarrubia, prés d’Ocagna, dans la Nouvelle-Castille» (Villarrubia, cerca de Ocaña, en Castilla la Nueva).

 
Cristales de glauberita en halita. 
La etiqueta indica que fue donado por W. Maclure.

Se considera que la glauberita es una especie común, presente en alrededor de un centenar de localidades, pero a principios del siglo XIX el único yacimiento conocido era el de Villarrubia de Santiago, y así siguió siendo durante bastantes años.

 
Fragmento del mapa del Partido de Ocaña
Tomás López, 1784

Hacia 1815, Brongniart envió ejemplares de glauberita a diversas instituciones, entre otras, precisamente a la Academy of Natural Sciences of Philadelphia. Esta institución pudo contar con la presencia en España de su propio presidente, William Maclure. La primera estancia de Maclure en España tuvo lugar en 1808 y terminó de forma abrupta por el estallido de la guerra. Maclure volvió a España en noviembre de 1820. Durante su estancia estableció contacto con Rafael de Roda, explotador de la salina de Espartinas. Rafael había descubierto la presencia en el agua de esta salina de sulfato sódico, la cual extraía para fabricar carbonato de sodio, la sosa o «barrilla artificial», indispensable para la fabricación del jabón y del vidrio.

 
Fragmento de una carta (24 de junio de 1822) de Francisco Javier López de Lerena a Rafael de Roda, 
sobre los ejemplares de glauberita (goberita en la carta) que solicitaba Maclure.

Maclure estaba interesado en la glauberita, un mineral nuevo y cuyo único yacimiento conocido estaba cerca de su residencia en Madrid. Sin embargo, la política de Estanco de la Sal (“modelo de negocio” creado con el fin de recaudar dinero), hacía que las salinas y minas estuvieran sometidas a una estricta vigilancia, permitiendo solo acceso a los trabajadores. Rafael de la Roda llevó a cabo las gestiones necesarias con Francisco Javier López de Lerena, administrador de la salina de Villarrubia de Santiago, para que Maclure pudiera conseguir ejemplares de glauberita. Su solicitud de junio de 1822 llegó justo a tiempo, ya que el administrador de las salinas recibió una «orden de la superioridad» para que las labores mineras se cegaran completamente en el plazo de dos días. En esos dos días, pudo obtener material para llenar tres cajones que remitió a Rafael de Roda, y éste a Maclure. El escocés-americano agradeció el gesto, y envió a López de Lerena los 192 reales que valían los cajones y las piedras, más una libra de cigarros puros y 12 libras de chocolate, que le costaron 200 reales más.

Fragmento de una carta (10 de noviembre de 1821) de Lesueur a Maclure, 
acusando recibo de los ejemplares de glauberita. 

Los ejemplares de glauberita fueron enviados a Estados Unidos y distribuidos, recibiendo ejemplares la Sociedad Linneana de Boston, la American Geological Society y naturalmente la Academia de Filadelfia. El cierre de las explotaciones de sal de Villarrubia, ordenado por la Hacienda Pública con motivo del Estanco de la Sal, se mantendría durante casi medio siglo, con sólo un pequeño intervalo de actividad. Durante ese tiempo, los ejemplares de glauberita obtenidos por Maclure en Villarrubia de Santiago, fueron los únicos que estuvieron disponibles para los mineralogistas de todo el mundo.











Mis agradecimientos a Miguel Calvo Rebollar, Universidad de Zaragoza

Vídeo:  Johann Franz Xaver Sterkel (1750-1817) - Piano Concerto No.1

Adiós "Águila de Toledo"

 



Federico Martín Bahamontes, mítico ciclista español cuya proeza en el Tour de Francia marcó el camino de este deporte en España.

Bahamontes durante la inauguración en 2018 de su escultura en Toledo.

Hace tan solo un mes, el 9 de julio, Toledo celebraba su nonagésimo quinto cumpleaños. Toledo le recordó, ya sin su presencia, con una concentración-homenaje a la que se unieron más de medio millar de ciclistas junto a la escultura instalada en su honor en 2018.

Un Lázaro de Toledo, del Tajo, un pícaro del siglo XX, obligado por la cuna y fomentado por la necesidad.

Ha fallecido la leyenda toledana del ciclismo. Un escalador de época que fue genio y figura hasta el final.

Fue grande, muy grande, inmensamente grande.

La leyenda del ciclismo ha muerto a los 95 años. Su muerte ha puesto un crespón de luto actual y retrospectivo. Bahamontes... Un apellido premonitorio en sus dos últimas sílabas. Y desdeñoso con las dos primeras. Bahamontes, duro, fibroso, el rostro afilado y el cabello espeso, de gruesas ondulaciones . Así, levitando sobre los pedales, siempre con una indesmayable vocación atacante, a menudo imprudente e irreflexiva, siempre nervioso, purasangre impaciente, se ganó su inmortal apodo, acuñado por el periodismo en Francia y admitido por todos en todas partes...

Adiós "Águila de Toledo". 

Junto a tu familia, durante la Guerra Civil te refugiaste en Villarrubia de Santiago, ahora tu refugio estará en nuestros corazones.


Artículo recomendado: 
"Las primeras pedaladas de Bahamontes" https://historiadevillarrubiadesantiago.blogspot.com/



Alejandro Federico Martín Bahamontes (Val de Santo Domingo, 95 años) era un genio, o un loco. O las dos cosas a la vez. El primer gran héroe del deporte español, cuando corrían tiempos oscuros. Alejandro de bautismo; Federico porque así le empezó a llamar su tío, “que mandaba más que mi padre”. Con el apellido de su madre como bandera, “que Martín hay muchos y Bahamontes muy pocos”. El Águila de Toledo, le puso un periodista de France Soir que acudió a entrevistarle a la ciudad imperial. Vio el escudo en la Puerta de la Bisagra y de ahí sacó el apodo. De una ciudad que cuando llegó Federico había perdido gran parte de su grandeza. Hacía tiempo que no era la capital del imperio donde no se ponía el sol, sino apenas una ciudad de provincias. En Toledo casi nada iba rápido, salvo el hambre que se extendía tras la Guerra Civil. Y la bicicleta de Fede.

Cuando estalló la contienda, la familia se fue andando desde Toledo hasta la Ciudad Universitaria de Madrid. Dormían bajo una lona, hasta que una tía les recogió en su casa de la calle O’Donnell, donde vivieron un año. “Siempre teníamos hambre”, comentaba. “Nos fuimos a Villarrubia de Santiago”. Su padre machacaba piedras para hacer carreteras, “como en las películas de presos”. Federico empezó a trabajar con doce años. Querían volver a Toledo, se compraron un carro y una mula, y comenzaron el camino. “Sin dinero, sin nada para comer”. En Aranjuez se puso a escarbar entre unos escombros, “y fue un milagro, me encontré unas monedas. Nos dimos un festín”. Siempre el hambre presente en su vida.


Después Toledo, sus cuestas, y 1947, el año clave. Se compró una bicicleta hecha a piezas, por treinta duros, para trabajar en el mercado. Bajaba a Torrijos, a por pan y harina, y a Gálvez a por garbanzos. Todos los días 60 kilómetros, a escondidas de la Guardia Civil. Compraban a dos pesetas y lo vendían a cinco. “Yo pasé hambre, muchísima hambre. Por eso me hice ciclista”. Pero su padre no quería que corriera, y por eso tenía que engrasar bien su bici, para que no sonara cuando salía con ella mientras en casa echaban la siesta. “Me daba un par de vueltas por el valle, que era a lo que me daba tiempo”.

Tanto insistir y al final consiguió el permiso paterno. Y se inscribió en una carrera organizada por Educación y Descanso el 18 de julio. El promotor, Cruz Loaysa, le tuvo que prestar una camiseta y un pantalón de baloncesto que le quedaban grandes. “Parecía el muñeco de Michelin”. Corría con alpargatas, pero ganó. “Dieron el banderazo y me marché. Sin cambios, sin nada. El hambre te hacía correr y volar”. Siempre el hambre.


Empezó a correr para ganar dinero. Bajaba a las carreras en Andalucía, con un mono de peto y una chaqueta de aviador que compró en el Rastro. Se iba por las ferias, a donde le mandaba el jefe de estación de Aranjuez, que tenía un hermano, Ladislao Soria, que corría con Fede. “Nos apuntábamos hasta a las carreras de sacos, allá donde se podía ganar algo”. Llegaban y vencían. “Aquí vienen los catetos”, decían. “Pero atacábamos de salida y resolvíamos la carrera”. Se sacó la licencia de corredor y ganó la Vuelta a Málaga y sus cuatro etapas, con una hora de diferencia con el segundo. Luego igual en Cádiz. Pero cuando se fueron al norte, pincharon. Había más calidad. “En Burgos quedamos séptimo y noveno. No tuvimos ni para pagar la pensión. Nos fuimos en bicicleta hasta Toledo”. Tenían seis pesetas, un pan y una lata de sardinas.

Fede Bahamontes ya empezaba a destacar en la montaña. Fue en 1954 cuando su nombre empezó a sonar con fuerza en Francia. Fue su primer Tour. Se había ido a correr la Vuelta a Asturias, desde Madrid en bicicleta. Al llegar le dijeron que los equipos debían tener cinco corredores como mínimo, y él iba solo, pero apareció un tal Moreno, de Albacete, al que le había comprado la bicicleta un amigo al que le tocó la lotería. “¿Corres conmigo?”, dijo que sí; luego, la organización le buscó otros tres ciclistas de Mieres, que era de donde salía la carrera, y ya tenía equipo. Ganó la primera etapa con seis minutos de ventaja. Bernardo Ruiz decía: “este guaje se ha tenido que agarrar a un coche”, pero no. El seleccionador español era Julián Berrendero, le vio y le reclutó para el Tour. No tenía ni ropa, ni maleta. Llamó a su madre: “Pero hijo, ¿cómo vas a ir si no sabes francés? Tú sabrás lo que haces”. Le dieron una maleta, una bicicleta nueva Splendid, que tenía que devolver al acabar, y le tranquilizaron cuando le recordaron que iba con los gastos pagados, que a Asturias se había llevado solo cien pesetas.


Y en el Tour llegaron las montañas, su territorio, y comenzó a subirlas en cabeza, y a sumar puntos, y francos para el bolsillo. En la etapa que finalizaba en Millau, no entró en la escapada inicial, pero coronó el primer puerto, la Fontasse, en cabeza del pelotón. Se animó, marchó a por los fugados, los alcanzó y pasó el segundo puerto, la Bassine, primero, tras alcanzar a Lazarides y Close. Berrendero seguía a Federico en el coche. En Tierge otra vez fue el mejor; para cuando llegó el último puerto, Montjaux, con un fuerte viento de cara, ya iba solo. Coronó con minuto y medio de ventaja sobre el pelotón. Únicamente quedaban veinte kilómetros de descenso hasta Millau, pero se dejó cazar. Acabó la etapa en el puesto 22.º. Lo suyo no eran las etapas, sino las montañas. Tres días después, Bahamontes se comió un helado en la cima de la Romeyere, después de una avería, y rubricó su reinado de la montaña en su debut en el Tour.

En 1956 regresó a Francia. Para entonces ya estaba ennoviado con Fermina. La conoció cogiendo peras en el mercado. Iba a verla desde Canillejas para que le diera chocolate que cogía en la casa donde estaba sirviendo. Fermina también fue un símbolo para la España franquista, la mujer abnegada que espera en casa al guerrero.

En 1959 fue Fausto Coppi el que le cambió la mentalidad. Fichó por su equipo, el Tricofilina, patrocinado por una marca de brillantina para el pelo. Se fueron a cazar juntos a los montes de Toledo y Coppi le convenció de que podía ganar el Tour. Entonces España estaba dividida entre los partidarios de Bahamontes y los de Loroño, que había ganado la Vuelta a España de 1957. El seleccionador, Langarica, era paisano del vasco, pero Fede se plantó: “O él o yo”. El director tomó partido, se llevó a Bahamontes y en Bilbao le rompieron las lunas de su comercio de bicicletas. Pero acertó. Superó a escaladores como Gaul; aprovechó la guerra interna de la selección francesa y en la cronoescalada al Puy de Dôme se colocó segundo en la general. En Grenoble se vistió de amarillo, y un 18 de julio, como el día de su primera victoria y la fecha emblemática para el Régimen franquista, entró de amarillo en el velódromo del Parque de los Principes de París. Era el primer español que ganaba el Tour, el primer gran héroe internacional del deporte en España. Recogió el ramo y se lo entregó a Fermina, ataviada con un discreto vestido rojo y blanco.

Fue la culminación de su carrera, en la que consiguió 74 victorias, ninguna como aquella. Se retiró en 1965, el año en el que corrió su décimo y último Tour, en el que ganó seis veces la montaña, y del que se despidió a su manera, fugándose del pelotón y escondiéndose en unos arbustos mientras le perseguían. Después se dedicó a su tienda en Toledo, a construir un equipo profesional y a organizar durante 50 años la Vuelta a Toledo.


Después de unos meses en los que su salud fue mermando por culpa de una osteoporosis, falleció en Posada Real de Villanueva, en Valladolid, donde se había trasladado durante la pandemia a vivir con su hija Victoria. 


Texto: Jon Rivas - Asociación de la Prensa Deportiva de Vizcaya - Publicación El País





Música: "Honor Him" - Gladiator

Toros de pólvora o toros de fuego


El toro de pólvora es una fiesta de origen española que consiste en correr un carretón o estructura realizado con un armazón o bastidor metálico, que imita la forma de un toro y sobre cuya superficie se colocan elementos pirotécnicos (1).

En Villarrubia, un cohete anuncia la salida del primero de los toros que cada noche hacen correr a niños y jóvenes. Transportado por una persona y una vez encendida la mecha, el toro de fuego persigue al público congregado en la plaza y las calles aledañas tratando de sorprender a los distraídos asustándolos con las chispas y cohetes carretilla que van soltando sus diferentes elementos que pueden producir quemaduras al contacto con ropa y piel. La finalización del espectáculo y del peligro es indicado con el disparo al cielo de un segundo cohete.



La tradición tiene sus orígenes en la época colonial como celebración religiosa, cuando al terminar la “pacificación” de la Nueva España, los cuarteles quedaron repletos de pólvora y las iglesias comenzaron a usarla como entretenimiento, en representación del demonio a la caza de los herejes con la finalidad de darles el castigo merecido. 

Pero existe otra teoría de un origen más antiguo y está lejos de una connotación festiva. De hecho, hunde sus raíces en la batalla de la ciudad íbera de Elice (actual Elche). La fecha, el año 228 antes de Cristo. El motivo de la batalla, la pretendida invasión de esta localidad levantina por las tropas del general cartaginés Amílcar Barca. Según esta tesis, el jefe ibero Orisson veía que su ejército, estaba en clara inferioridad frente a los cartagineses. Y se le ocurrió multiplicar sus fuerzas para hacerle frente, colocando bolas de paja en las astas de los novillos que tiraban de sus carros. Prendió fuego a la paja y los animales fueron colocados en primera línea para que avanzaran hacia el enemigo. Los animales enfurecidos, embistieron contra el ejército cartaginés que, pese a su superioridad numérica, vio cómo las filas iberas salieron airosas de la batalla.
Las primeras menciones del toro de fuego las tendríamos en las crónicas taurinas del siglo XVII. En aquella época, se seguía utilizando un animal de verdad, al que se le cargaba el lomo de cohetes, pero finalmente se sustituyó por uno de cartón o madera, para eliminar la crueldad del acto, que es como lo conocemos ahora.


El toro de pólvora es muy utilizado en fiestas patronales o locales de numerosas localidades y provincias de España. Algunas de estas fiestas tiene su origen en el siglo XIX. Según sea la localidad se emplean carretones o armazones portados por una o varias personas.

Pocos espectáculos hay en fiestas que atraigan la atención de los niños y de los no tan niños, como es el toro de fuego. 

Concretamente, en Villarrubia de Santiago, el "toro Miura con desprendi­miento de banderillas de fuego", se comenzó a incluir dentro del programa del día 6 de las fiestas patronales en 1952. Exacto, hasta esos años no había toros de pólvora, ni desfiles de gigantes y cabezudos (novedad en 1951) para divertir a la población infantil. Lo que sí había era la elevación de globos al aire con formas grotescas y diverti­das y también se tiraban bombas japonesas que contenían caramelos y sorpresas.


Y es por ello que, debido a la gran aceptación y el disfrute de los más jóvenes, también terminarían por incluirse dentro de las fiestas patronales de la localidad los toros de bengala, destinados principalmente al recreo de los más pequeños.

Video de José Escobar Encinas - año 2022

En Villarubia de Santiago esta tradición es una de la más esperadas y deseadas. Tienen lugar en cada una de las madrugadas de los días de fiestas (5 a 10 de septiembre), una vez finalizada la actuación musical en la plaza de la Constitución y también la noche del sábado al domingo del último fin de semana del mismo mes (domingo de LA BAJADA - Tradicional y típica romería en el Santuario de Ntra. Sra. del Castellar).

Actualmente es solo la carga soltada por el propio toro de pólvora la que forma parte de los minutos de nervios, carreras, saltos y exaltación, pero durante muchos años eran añadidas carretillas, en ocasiones muchas carretillas, que eran soltadas manualmente por los asistentes y que algún que otro año terminaban provocando serios estragos. Y no solo personales, también materiales, ya que las distintas atracciones de feria fueron instaladas durante muchos años en la misma Plaza.


Fiestas similares se celebran en otros países como en Ecuador, El Salvador, Paraguay, Perú, Guatemala o Méjico entre otros, asociado a la celebración de fiestas locales, conocidas como: vaca loca, toro candil o torito pinto. A diferencia del toro de fuego realizado en España, en algunos países de América el toro de fuego se adorna con papeles y sedas de varios colores además de llevar en los costados o en otras zonas fuegos artificiales, voladores o carrizos con pólvora.


(1) El bastidor suele contar con surtidores (pieza de fuego fijo que consiste en un tubo cargado con una composición de pólvora prensada y produce el efecto de un chorro de fuego) y cohetes carretilla (borrachos, correviejas o buscapiés): pieza de fuego que corre por el suelo echando chispas y en ocasiones estallando al finalizar.

"Toro Tlaco" -Tlacotalpan Veracruz (Méjico)

Quema de Toros Tultepec (Méjico) - 2022