Aguadores, una carga de agua buena


El oficio del azacán (palabra de origen arábigo) había sido a lo largo de la historia de la ciudad castellana muy popular. Los azacanes toledanos también conocidos como aguadores, eran comerciantes que a lo largo del tiempo habían prestado sus servicios a los habitantes de Toledo. En Villarrubia también desempeñaban su labor nuestros aguadores.


Esta era la preciada mercancía que acarreaban casi a diario nuestros aguadores para llenar las tinajas de sus fíeles clientes. Cada uno tenía destinada su zona del pueblo, solía ser próxima a su casa, pues ni los aguadores, ni las caballerías que cargaban los cantaros, les quedaban fuerzas ni ganas de andar mucho más.

El servicio por supuesto, era a domicilio, incluso vaciando los cántaros directamente en las tinajas, si alguna vez sobraba algún cántaro había que andar ofreciéndole al resto de los dientes, con tal de no perder ni un real.

El precio del agua variaba según el paso de los años, pero la media estaba en un real el cántaro, la carga constaba de cuatro cántaros, o sea, era fácil de calcular: una carga una peseta.


Los aguadores solían ser personas mayores, que por su edad no podían trabajar en otra cosa o niños que lo hacían por la misma razón, también alguna viuda para sacar la casa adelante. Las cosas no funcionaban como hoy en día.

Los manantiales estaban clasificados por sus supuestas cualidades sanitarias. Por ejemplo se decía que el agua de la Fuente Vieja era medicinal, pues era muy buena para las personas enfermas del estómago, hígado y riñones, pero ojo no se podía guisar con ella, la comida no salía «en condiciones». El Pozuelo, esta agua era muy buena para los garbanzos (para cocina en general) y lavarse el pelo, pero al contrario que el anterior se creía que esta agua hacía daño a las «tripas», era demasiado «fina». También estaba la de la Ontanilla que era la más apreciada, porque esta agua sí que valía para todos los menesteres de la casa. Otro manantial era la Fuente Nueva, pero ésta era un agua que de «buena» tenía poco, por la gran cantidad de cal que contenía. Eso sí, las mujeres aprovechaban para lavar las ropas en su hermoso lavadero tendiendo luego sus prendas en las carrascas, de modo que cuando volvían al pueblo las ropas venían lavadas y secas.
Del control de estas aguas se encargaba el «tío Foro».


El tío Castellanos, dueño de la fábrica de gaseosas que había entonces en el pueblo se abastecía de este manantial para fabricar su bebida. Pero una inspección sanitaria llegada de Toledo, para analizar las aguas potables del pueblo, le aconsejaron dejar de usarla en su negocio, debido a la dureza de esta. Teniéndose que ir a Chinchón a por el preciado líquido para seguir haciendo su famosa gaseosa.

Se consideran unos de los aguadores más antiguos al «tío Nines», que aun siendo muy mayor traía agua de la Ontanilla, al «tío Casimiro Cachuelo» que a sus setenta y muchos años acarreaba agua del Pozuelo. Las mocitas de entonces, les sacaron un «cantar»: «Hay que ver la negligencia que tiene el tío Cachuelo vende agua del Pilar como si fuera del Pozuelo», tenían que salir corriendo, para no «catar» la vara con la que se ayudaba al andar, pues no le hacía ninguna gracia, el agua del Pilar es salobre, también vendía el «quitamanchas» famoso de la época: la greda.


Recordamos también a la tía Dorina que con sus dos borriquitos repartía agua del Pozuelo entre sus vecinas de la «Morra».

La tía Dionísia era una mujer viuda y con cinco hijos, de alguna manera tenía que sacar la casa adelante, la solución; cargar agua de la Ontanilla, la media eran dos o tres viajes diarios. Alguna vez coincidía con Tino, hijo de la tía Demetria «La Ratona», que también ejercían como aguadores. Tino, cuenta como un día compitieron la tía Dionisia y él para ver quién llegaba primero a este manantial, cargar el agua y llegar al pueblo lo antes posible. Tanto «arreo» Tino a sus borricos para que corrieran, que se espantaron, «zurriendo» por el suelo los cántaros y la tía Dionisia. Cara le salió a Tino la carrera, puesto tuvo que pagar daños y prejuicios.


Del Pozuelo y el Pocito los Yeseros traía agua la tía Teodora «La martinita», que además era capaz de buscar y rebuscar setas, espárragos etc., pues en esta materia no había quien la ganara. A la tía Teodora, la venía de familia el oficio de aguadora, ya que su abuelo Ángel también era antiguo en este oficio. Este hombre traía el agua de la Fuente Vieja, llenaba sus cántaros con un pucherito para no tenerlos que bajar del borrico.


De los últimos fue Guillermo «el aguador» estuvo trabajando en estos menesteres desde los nueve a los catorce años de edad. Guillermo se modernizó bastante en este negocio, preparándose un carro donde colocaba veintiún cántaros. Dos o tres viajes diarios eran la tarea ¡Ya movía litros de agua! Se sentía orgulloso por ser él que abastecía de agua a todo el centro del pueblo.

Fernando Luengo, primo de Guillermo fue empleado por este, como ayudante en la venta del agua. Aunque fue por poco tiempo, ya que Fernando terminó por quedarse con el negocio. Su hermana Mari recuerda como las mujeres iban a su casa con jarras y cacerolas a comprar el agua necesario para ese momento, ni una gota más.

Plaza de Toros - Afición y tradición local.



La actual plaza de toros fue construida por el pueblo de villarrubia y sus propias manos, levantándose sobre el terreno donde se ubicaba el antiguo cementerio.
Su inauguración oficial tuvo lugar el 11 de mayo de 1972. El cartel de aquella tarde lo formaron los diestros Gabriel de la Casa, Juan José y Juan Calero, que lidiaron un encierro de Hidalgo y Martín.
Aforo: 2.500 localidades.
Categoría: 3ª.




Pero al igual que sucedió en muchos otros lugares, inicialmente en el municipio no se disponía de un coso taurino en sí.
Nos podemos trasladar a principios del siglo XX, recordando nuestra antigua plaza de palos, entramado dado forma o montaje el cual se conseguía gracias a la colaboración ciudadana. Estos palos eran los timones utilizados en los aperos del campo. Se ataban unos a otros con rosquillas de esparto, las mismas que se usaban para atar los sarmientos, los burladeros eran las trillas, que clavadas en el suelo eran perfectas para protegerse de los toros.
En el centro de la plaza había una bonita farola, de la cual colgaban unos hermosos faroles, alimentados por petróleo, los toriles estaban en el "repeso" una habitación del ayuntamiento con salida directa a la plaza.
Años más tarde, con la plaza más modernizada, pues ya se compraba la madera necesaria para armarla en su totalidad y con una farola de energía eléctrica.



La afición local a la fiesta era tal que generó grandiosas tardes de toros en el coso, amenizadas por valientes toreros, toreros de nuestra tierra, de nuestro pueblo. Es por ello que he creído necesario incluir los siguientes recuerdos, en cariñoso homenaje, tal y como se hizo en el libro de fiestas del año 2008.

De cuantas buenas tardes se disfrutó, gracias al coraje y ganas de aquellos "toreros", por conseguir faenas inolvidables, delante de aquellos hermosos toros, aunque en algunas ocasiones, eran "mucho toro".



El primer festejo organizado, tuvo lugar allá en el año 1933, el 9 de septiembre a las 9 de la noche. El ayuntamiento regaló un toro y la noche fue amenizada por la banda de música. Se trataba de aguantar en el centro de la plaza tocando una pieza de música, el mayor tiempo posible, con el toro en el ruedo. Algunos de estos valientes fueron: el "tío Regulo", el "tío Gonifa", el "tío José el Hortelano", "el tío Requinto" y por supuesto el director de la banda Jesús Prieto dando muerte al toro.



En el mismo día, pero del año 1940, se organizó una charlotada. En el centro de la plaza pusieron una cama, el "tío Gregorio el taxista" metido en ella y con un pijama hacía de enfermo, el "tío Chato Rabirengue" con una bata blanca era el médico, junto a el "tío Pablo Hojalatero" que hacía las veces de practicante. Estos, simulaban querer curar al enfermo, mientras esquivaban al toro que ya estaba con ellos en el ruedo.
Todo esto duraba hasta que el animal volcaba la cama y ellos tenían que salir corriendo. En otras ocasiones, se metían en cubas citando al toro hasta que este los terminaba revolcando. Se trataba de arrancar una carcajada de risa al público asistente y así pasar un buen rato.


En el año 1942, el formato fue algo más "serio", una novillada.
Como espadas: Victoriano Raboso (famoso novillero de la época) y Basilio Clara "Chiquete de la Ribera" y como banderillero Alfonso Navacerrada "El Pregonero"
Después de finalizar la faena Victoriano, sale al ruedo "nuestro torero", "Chiquete de la Ribera". La cuadrilla era un poco escasa pues solo se componía del matador y del banderillero, el pobre Alfonso por andar un poco corto de vista, no acertó a poner las banderillas al toro y las clavo en el suelo, Basilio tuvo mejor suerte llegando a cortar las dos orejas, por su gran faena.
Parecían verdaderos profesionales, con sus trajes de luces (prestados por la anterior cuadrilla), Aunque Basilio no pudo ponerse las medias, pues le quedaban estrechas y además tuvo que calzarse con sus zapatos de calle.


1943, valientes mozos de Villarrubia de Santiago, Abelardo "Chispa", Mariano "Castillo" Pablo "Hojalatero" y Julián "Jaro Chiricho", que a sus 16 ó 17 años no dudaban en ponerse delante de aquellos hermosos toros para realizar una brillante faena. Económicamente la recompensa era escasa, pero la ilusión por torear era lo mis grande, aunque hubiera que hacerlo en alpargatas y con las ropas de las que cada uno disponía, desde luego lo que primaba era el buen humor y las ganas de disfrutar de una buena tarde.



1945, en aquella ocasión y como siempre en fechas de las Fiestas Patronales, los protagonistas fueron Ramón Cuartero "el Botero de la Fonda" como Novillero y Angel Prada "el Carnicero" como Sobresaliente Espada.
Cuartero fue el encargado de lidiar el primer toro de la tarde, pero duró poco tiempo en el ruedo, pues el novillo a los primeros pases le dio un buen revolcón, hasta el punto de no poder seguir con la faena. Tal y como le correspondía al "tío Angel" en su papel sobresaliente espada, tenía que rematar al animal, pero duró todavía menos en la plaza que el anterior torero. A consecuencia de las volteretas que recibió del toro, le tuvieron que llevar a su casa a la "torta la virgen". Su mujer cuando lo vio se asustó tanto, que se la retiró hasta la leche, pues estaba amamantando a su hija Ana Mari, pero todo se quedó en un susto.


1946, pero en aquella ocasión, no tuvieron demasiado éxito, la asistencia fue mínima, apenas se llegó a los treinta asistentes al festejo. En el corazón de los villarrubieros estaba latente el dolor y la angustia, debido al ambiente enrarecido, que se respiraba después de haber pasado por una guerra civil.


1947, en aquella ocasión los protagonistas fueron: Guillermo "el Barquero" Jesús "Corrales", Vicente "Vorciguil" y Felipe "Jaro el Esquilaor".
Este año el empresario era el "tío Bullones". Aquella tarde prometía. El primero en salir fue Guillermo, después el "Jaro" y por último "Corrales", según iban saliendo, el toro les iba revolcando en la arena. Viendo como "zurrían" sus compañeros por el suelo, Vicente pensó "tua pos mira" ¿quién sale ahora a la plaza? Quita, quita vámonos a nuestra casa y fuera, que digan lo que quieran". Dicho y hecho, el que pudo salió corriendo hacia su casa y el que no se refugió en la "posá". Y allí se quedó el "tío Bullones" aguantando el enfado del público.


1954, CARTELERA TAURINA
En esta sección de un importante periódico de la época aparece un comentario dedicado a José Navacerrada "El Chiri", conocido cariñosamente en Villarrubia como Pepe" el Tórtolo". En dicho comentario, se refieren a Pepe como futura figura del toreo, habiendo realizado sus entrenamientos en tierras salmantinas y de la mano de su apoderado don José Martín Rosón, empieza la temporada en Dosbarrios, triunfando junto al famoso torero Jaime Maraver.
A sus 18 años, era tanta la ilusión que tenía por triunfar que no dudó en inscribirse en asociaciones taurinas, montepío y sindicato, en todos los organismos oficiales que fueran necesarios para torear en toda regla.
En su Tarjeta de Identidad taurina se podía leer: ASPIRANTE A PROFESIONAL COMO MATADOR DE NOVILLOS.


1961, becerrada, nuevamente el 9 de septiembre a las 9 de la noche, para los espadas: Luis de Loma "el Moro" Mariano Monzón "el Sebo" y Ventura Oliveira "Venturita"
Recibe al primer toro de la noche "el Moro", de rodillas en la arena, con el valor y el estilo que le caracterizaba ¡qué faena! la gente no paraba de aplaudir, lástima que a la hora de matar......
En este caso no hubo trajes para los toreros, cada uno se apañó como pudo.
Los tres matadores fueron en esta ocasión los empresarios de la plaza pujando sesenta pesetas.



1966, organizado por Don José "el Cura", junto a los equipos de futbol "los Ráfaga", "los Fulminantes" y "los Centauro", con la colaboración de Antonio "el Marquesito".
Alejandro "Cuquis", era la cabeza visible de la operación, su nombre figuraba en toda la documentación necesaria para formalizar la subasta de la plaza.
El "Marquesito" se ofreció a ayudarles, trayendo para participar en el festival como matador a Efraín Girón, famoso torero y gran amigo suyo.
Ya terminada la corrida, fueron a obsequiarle los organizadores del festejo con una medalla de la Virgen del Castellar, en reconocimiento a su labor desinteresada. Pero cual fue la sorpresa que se llevaron, cuando Efraín dice que de medalla nada, él cobra por su trabajo veinticinco mil pesetas, todos se negaron a darle esa cantidad, ese no era el trato.
Este bendito señor nada más llegar a Madrid puso una denuncia a la empresa organizadora de los toros. Ya viendo que las cosas se ponían feas no hubo más remedio que pagarle lo que pedía, entre todos se hizo un porretaje y así se saldó la deuda.


1967, con los espadas: José Luis "El Pera", Pedro Pérez "El Terrible", Julián Guerra" el Apargate" y Rufino Navacerrada "El Torero Valiente".
Ya está en la plaza el toro que le toca en suerte al "Terrible", el público no deja de citarlo insistiendo una y otra vez, el novillo con la fuerza y bravura que caracteriza a estos animales, embiste contra los palos hasta que consigue romperlos, las personas que estaban sentadas en el palo más alto cayeron al suelo ¡la que se armó!. Cuando el toro consigue abrirse camino y escapar fue a parar al cuarto de los serenos, donde estuvo encerrado mientras duró la corrida.
Nicomedes, el alguacil, consiguió sacar del ruedo, de un tirón, a Julián, al banderillero de la cuadrilla, las piernas le temblaban de miedo, al ver a aquel "cacho bicho". Pedro realizó una faena inolvidable, cortando orejas, rabo y hasta la pata del toro.


1968, Vicente Granados Cecilio Granados, José Ignacio García y Fernando Sánchez Escribano, fueron los benjamines de la historia del toreo de nuestro pueblo, a sus 12 ó 13 años, demostraron tener el valor y el coraje propio de los toreros de Villarrubia, no dudando como miembros de la cuadrilla en tomar las riendas de la becerrada, pues el matador que era un sobrino de famoso banderillero Regino estaba tan aturdido que no pudo continuar con la faena.
El encargado de matar el toro fue Vicente Granados, dirigido desde el burladero su tío Veridiano. Como agradecimiento el Ayuntamiento les obsequió con un relojito, para ellos era el más bonito del mundo.
Esta fue la última corrida celebrada en la "plaza de palos" por toreros villarrubieros.



1974, 13 de Junio, fiesta del Corpus Christi y ya en la plaza nueva.
José Cruz Linares "El Finito", Julio Linares "El Enano" y Teófilo Calcula "El Colorín"
La idea de organizar esta corrida, nació en uno de los bailes que se celebraban en la "portá de Calcula", cuando Julio Linares se lo propone a la cuadrilla de amigos, estos se lo tomaron a broma, pero de broma nada.
Rápidamente había que ponerse a organizar el evento. Hacían falta permisos, toros, trajes, pero con los trajes surgió un problema, no había talla para Antonio "el Gordito" que era el Alguacil.
La recaudación de la corrida, anduvo entre las doscientas o trescientas mil pesetas, destinadas a las obras de reconstrucción de la valla del Castellar.


Año 1974, esta vez el 18 de Julio, becerrada organizada por los camioneros del pueblo, con los espadas: Guillermo Guerra "Pito II", Arturo Tizón "El Chapas" y Angel Castaño "El Zarrio"
Para Arturo esta fue una tarde inolvidable, además de ser su debut, tomo la alternativa de manos del maestro Guillermo Guerra "Pito II". Angel Castaño, nuevo en esta plaza y en todas, sufrió un pequeño percance haciéndose un corte con la espada cerca del ojo. Todo quedo en una anécdota para recordar.



1985, 14 de agosto con Angel Encinas "Morenilo de Valluncal", Pedro Benavente y "Chaparro" Heliodoro Saturio "el Motosierro".
Jorgito, el picador, calló al suelo al picar al toro, rápidamente sus compañeros fueron a apártale al animal, pero "Jorgito" seguía inmóvil en el suelo, ¡algo pasaba!, claro que pasaba, confundía las palas del borrico con las del toro!


1989, 10 de junio, con los espadas, Pedro Grau, Ventura Oliveira "Venturita" y Pepe Blanco "Niño de la Cárcaba"
Ventura desde muy joven ya sentía esa inquietud y esas ganas de ponerse delante de una becerra y pegarle unos pases. Llego a tener su propia ganadería, participo en Festivales Benéficos, toreó en Colmenar de Oreja junto a tres famosos matadores. En Villarrubia se despidió en la plaza de palos alternando con Vicente Punzón y Joselito de Colombia cortando dos orejas.
En la plaza nueva se vistió en varias ocasiones de campero.



1992, 1 de Agosto con Fede Medina "El Niño de la "Nina"", Javier Luengo "Cumio del Vallejuelo" y Angel Luis Monzón "El Chico de Moda".
También en esta ocasión los toreros vestían de campero, era ya un clásico ir a alquilar los trajes a Sastrería París, Madrid. El Festival fue a beneficio de las Fiestas del pueblo, la recaudación se aproximó al millón y medio de pesetas.



1993, 14 de Agosto con Luis Alfonso Oliveira "Morenito de Villarubia", Angel Luis Monzón "Chico de Moda", José Luis Rico "Frascuelo" y R.Gutiérrez Zamorano.
Ahora ya podemos hablar de un verdadero torero: En el año 1995, Luis Alfonso Oliveira ingresa en la escuela taurina de Madrid, al año siguiente quedó entre los tres primeros, en su primer certamen alternó con "el Juli" v Miguel Avellán, quedando en segundo puesto en la escuela de Madrid. Al año siguiente fue el alumno mas destacado de la escuela, toreando en la Maestranza de Sevilla, Jerez, Chinchón y en Francia, quedando triunfador. Toreó 80 novilladas, sin picar. Debuta con picadores en el 1988, en Esquivias, cortando 2 orejas, seguidamente torea en las Ventas, cortando una merecida oreja.
En el año 2000 toreó 44 tardes, cortando 64 orejas. En total torea 70 novilladas, con picadores en su corta carrera. La prensa le llamaba "el heredero del arte" del mundo taurino.


2008, 2 de Agosto, becerrada con lo matadores Angel Castaño "Zarrito", Oscar Guzmán "Chambola", Angel Enrique "El Niño del Castellar", Angel Monzón "Currinchi" y Angel Guzmán "Sagastita".
Lleno hasta la bandera, noche de flases y pañuelos blancos. Los matadores hicieron derroche de valentía y estilo propio.
"Zarrito", en todo momento orgulloso y altivo en la confección de su faena, "El niño del Castellar", deleito con unos pases dignos del mejor toreo, "Chambola" puso en pie al público con su garbo y estilo taurino, "Currinchi" hizo pasar una buena noche con su toreo serio y sereno y "Sagastita", triunfador de la noche, destacó por su valentía ante el morlaco y su destreza con el estoque.



2009, sábado 25 de Julio con Juán de Benito Algonía "Juan Miguel", Rubén Moreno "Bolillito", Fernando Blanco Monzón "Dindi", Carlos Grandos "Chocolatito" y Aitor Infantes de Gracia "el Pichi".
Siguiendo con la tradición de nuestro pueblo torero, valga la redundancia, se vuelve a organizar otra becerrada, como siempre con el único objetivo que el de hacer pasar a los villarrubieros y a los que tengan el privilegio de venir de fuera, una tarde inolvidable de brillante TOREO VILLARRUBIERO.






Música: La Puerta Grande – Elvira Checo Agüero

TVE en Villarrubia




En torno al año 1967, las antenas de Televisión Española esparcieron por todo el área nacional un reportaje alusivo a nuestro pueblo con la consiguiente expectación e interés de todos. Justo es destacar, a propósito, la entusiasta y decidida colaboración del gran presentador Alfredo Amestoy, y la no menos valiosa de nuestro paisano Julián Saturio, a quienes lo debemos.

Por lo especial, poco frecuente del caso en aquellos tiempos y para que del mismo tengamos constancia y recuerdo, a continuación lo reproduzco íntegramente.


«Estamos en tierras de Castilla, tierras de surco y trigo en las que sudan los hombres en las que los lagartos ponen sus panzas al sol en hambre de calor.

La vista se pierde en el horizonte, rabiosamente azul, que se adorna caprichosamente con los penachos blancos de media docena de nubes.

Huele a tierra seca en Villarrubia de Santiago; son más de las doce y media, aunque nada importa el dato, porque aquí, en este imperio de paz y de sosiego, el tiempo importa poco, menos que el viento y, por supuesto, mucho menos que la lluvia.

Agustín, el pregonero, descansa de la fatiga de las proclamas municipales. Los corros hacen tertulia y siguen la tradición de hablar mal de los ausentes, todo sin mala intención, para matar ese tiempo que sobra y que se amontona en las esquinas, en los pajares y en la taberna. La señora de Serafín vuelve parsimoniosamente de comprar el pan. Merejo, el sacristán, acaba de tocar a Angelus; los demás van y vienen, sin prisas, sosegadamente, como corresponde al espíritu amarillo y ocre de esta tierra áspera y entrañable, de esta tierra que da, después de mucho pedir, de esta tierra cuajada en tiempo y que parece depositaría de la ambición ataráxica griega y del alcionismo medieval.

Las gentes de Villarrubia son místicas, saben mirar al cielo y esperar; conocen el secreto de las fuentes y entienden el cantar de los pájaros. Tan lejos llevan su sabiduría mística que en la bodega, que es como una gran biblioteca de sabores, regustan el vinillo que da la tierra y lo empapan con pan y con otros aditamentos menos poéticos pero más grasos y consistentes.

Lo que de místico les queda lo invierten en su devoción a NUESTRA SEÑORA DEL CASTELLAR. Esta es su ermita; una ermita que se levanta sobre un cerro hueco, etéreo, que se deja rascar la barriga por los hombres de la mina, porque también hay mineros en Villarrubia. Una ermita vieja en la que la santera, para bien cumplir su oficio, enciende las velas de los votos y las promesas. Una ermita a la que acuden en oración desde Noblejas y Santa Cruz de la Zarza, dos lugares también hermosos a menos de un centímetro de mapa de Villarrubia de Santiago. No es sólo anécdota geográfica la ermita; su espíritu es, a la vez, causa y efecto del espíritu de estas gentes castellanas, buenas gentes que nos ayudan a redondear nuestro punto final.»



Alfredo Amestoy fue pregonero en las fiesta patronales de 1971.