La fortaleza de Biedma se encontraba emplazada en un escarpado promontorio de la orilla izquierda del río Tajo, justo donde un acusado meandro pasa lamiendo la base misma de los cerros del lado meridional del valle, en un lugar a 578 m. que permitía una amplia visibilidad de toda la vega del río.
De los accesos pretéritos con los que contó el castillo nada sabemos, aunque parece muy probable que desde el río ascendiera un camino serpenteante por el barranco que se forma a Poniente del enclave, o que desde el mismo llano ondulado por la parte de la Mesa de Ocaña se pudiera haber conectado el lugar con el sur.
Aunque no hay datos, la fisonomía del enclave debía responder a un modelo muy simple de fortificación, parecido al del castillo de Alboher, con un pequeño recinto asociado a algún tipo de estructura elevada a modo de torre.
Vista aérea del cerro sobre el que se ubicaba la antigua fortaleza del Castellar
y que actualmente ocupa la ermita homónina.
Actualmente, ocupado por la ermita de Santa María del Castellar, no presenta hoy vestigio alguno de estructuras militares, y tampoco contribuyen a clarificar su fisonomía las escuetas referencias hechas por viajeros o geógrafos antiguos.
Las condiciones naturales que presenta el cerro del santuario son inmejorables para su defensa, ya que aparece aislado y recortado abruptamente en su topografía por todos sus flancos, a excepción del nexo que desde el sureste proyecta el enclave hacia la vega del río, por lo que sería lógico creer que precisamente en este lugar se pudiera haber tallado un foso para aislar definitivamente el reducto defensivo del páramo que se extiende al sur.
La construcción de la fortaleza debe datar de los siglos X al XI, en evidente relación con la red castral que se advierte en la orilla meridional del río Tajo, y de la que también forman parte Alharilla, Alboher y Oreja. En manos de la orden de Santiago desde muy temprano, parece que la fortaleza no prosperó bajo el señorío santiaguista y pronto se abandonó. A finales del siglo XV su lugar ya estaba ocupado por la ermita de elocuente advocación dedicada a Santa María del Castellar.
Reconstrucción histórica
Al igual que los enclaves de Alboher, Oreja o Alharilla, los primeros vestigios medievales que podemos documentar en la zona corresponden a fragmentos de cerámica andalusí fechable en torno al siglo X. Sin embargo, en los textos documentales o cronísticos no encontramos mención alguna al enclave de Biedma, hasta que en la entrega de Villandín que realiza Alfonso VII en favor de Gonzalo Alvazil, se ubique tal donación "inter Medina et Albuer".
Un revelador documento de 1185, alude al lugar de Biedma como Methme, Miethma y Biethma -topónimos latino y romance-, dentro del acuerdo firmado entre doña Orabuena y sus hijos con el comendador de Uclés, Pedro Franco, sobre los términos de Villandín y la Cueva. Además de la clara identificación del topónimo que se puede observar, este documento se refiere explícitamente al lugar de Biedma como castillo, siendo esta la primera alusión a la fortaleza.
En 1173 fue entregada la plaza a don Lope de Varea, probablemente de manos de la propia institución jacobea que señoreaba todos esos territorios. En 1187 aparece entre los bienes que la orden ve confirmados por parte de Urbano III.Y en 1204 ya forma parte sin ninguna duda de los señoríos santiaguistas, junto con Villarrubia, al ser cedidas ambas por el tal Lope de Varea de nuevo a los freires de Uclés, a cambio de quinientos maravedíes chicos. A pesar de esta operación, tiempo después el magnate y su mujer, doña Sancha Pérez de Azagra, hija de Pedro Fernández de Albarracín, mantuvieron ciertos intereses en la zona.
En 1207 el maestre Fernando González de Marañón daba parte de Villarrubia a veinticinco
pobladores para que la colonizaran según el fuero de Ocaña, y aunque el núcleo fue creciendo a costa de los villares del entorno, no parece que éstos desaparecieran entonces, ya que en una fecha imprecisa entre 1214 y 1224, la citada doña Sancha recibió la heredad de Biedma y la mitad de Villarrubia en prestimonio vitalicio, con ciertas condiciones. En este documento también encontramos otra alusión explícita al castrum de Biedma, vinculado desde pronto al lugar de Villarrubia, pero conformando realidades muy diferenciadas.
"...ego G. Gonsalvi una cum Uclensi Capitulo damus vobis domine Sancia quicquid pertinent ad nos in Bietma, castrum scilicet et hereditatem, prata, vineas, ortos azenias, molinos..."
(A.H.N.,Tumbo Menor de Castilla)
El siguiente hito documental relativo al castillo de Biedma o del Castellar, estuvo también relacionado con doña Sancha y su hija, Milia López, ya que en 1242 se repetía un documento de donación en prestimonio vitalicio a favor de ambas, que ampliaba las ventajas para la institución jacobea puesto que quedaban exentos de tal contrato importantes derechos, y porque además, a cambio se integraron en el señorío santiaguista todas las posesiones que la mujer de don Lope poseía en el Reino de Aragón, incluido el conocido, confundido y renombrado castillo del Tormón.
En cuanto a la identificación de los lugares de Biedma y Villarrubia, parece evidente que existía una conciencia de unidad territorial entre los citados topónimos que aparecen en numerosas ocasiones prácticamente asimilados. Pero esta idea, choca sin embargo con la realidad comendataria, ya que tempranamente encontramos dos circunscripciones administrativo-territoriales con cabeza en Biedma y Villarrubia respectivamente, aunque bien es cierto que en ciertas ocasiones se confunden por la presencia de un único comendador (1).
(1) NOTA: Los dos primeros comendadores de cada circunscripción, documentados en torno a los años 1206-1210, fueron en Biedma Íñigo de Ricla y en Villarrubia Pedro Ruiz de Hoyos.Ya en el siglo XIV es cuando encontramos más ocasiones en las que un único comendador señorea los dos territorios, es el caso de Lope Íñiguez de Orozco (1366-1371) y Alonso López de Haro (1387-1409)
En cuanto a la existencia de un castillo en Villarrubia, la única alusión documentada pertenece a la crónica de Rades, que nos informa de que en tiempo del maestre Fernando González de Marañón "se dio a poblar los términos de los castillos de Villarruuia y Monrreal, cerca de Ocaña, que eran ya desta Orden", hecho al que no debemos otorgar la mayor importancia ya que estamos ante una leve tergiversación de la realidad que representaba el núcleo de Villarrubia en aquel momento.
Realmente resulta desalentador, comprobar como las descripciones relativas al lugar de Biedma que hemos podido encontrar en los textos de las visitas santiaguistas, se refieren a la heredad ubicada en el valle, y nada nos ilustran sobre los restos de un hipotético castillo en el citado sitio.
Las visitas de 1478 y 1494 describen la heredad de Biedma, mientras los textos de 1511 y 1515 se aplican en el recorrido por la ermita del Castellar.
Así, los visitadores (2) en 1478 nos dicen que "fueron a ver un sitio que la dicha encomyenda tiene en la ribera de Tajo el qual es muy grande e muy bueno e esta rasonablemente reparado e non desypado."
Mientras, en 1494 la encomienda de Biedma es vista como un "termyno despoblado en la ribera de Tajo, e están en él unos casares donde fue el lugar antyguamente", descripción en la que además aparece por primera vez mencionada la ermita del Castellar; "...e en el dicho térmyno está una hermyta de Nuestra Señora, que se llamaua el Castellar, la qual está muy bien reparada."
Otras visitas ni siquiera aluden directamente al lugar de Biedma, sino que se van a referir a unas casas que esta encomienda tenía en Villarrubia, toda vez que el emplazamiento original de su núcleo habitado lo encontrábamos arruinado en 1494, "el dicho señor visitador visitó casas que son en Villarrubia, que tiene la dicha encomienda de Biedma..."
Y por último, en los años 1511 y 1515 lo que nos vamos a encontrar es la descripción pormenorizada de la ermita de Santa María del Castellar, ocupando definitivamente el antiguo emplazamiento de una fortaleza que no recibió atención alguna por parte de la orden, y de la que no parece conservarse ni su memoria. En ambas documentamos una exhaustiva inspección del templo, que es "en un çerro alto junto al dicho río de Tajo,....ençima de la barranca del río." "Es un cuerpo de yglesya de tres naves sobre sus arcos baxos, la nave prinçipal está a dos aguas, y las otras corrientes.Tiene toda ella su buen maderamiento de la madera del río, e todos los tejados muy bien reparados". Contaba además con cuatro altares y numerosos elementos necesarios para el culto; "delante de la dicha hermita está un portal de largo a largo, sobre pilares de yeso e madera del soto del río(...) e a las espaldas de la dicha hermita está otro colgadizo largo cubierto de madera del río, sobre sus pilares de yeso", estructuras que se asemejan mucho con las que todavía hoy se pueden observar.
Conclusiones
Ante la escasez de documentación de otro tipo que pudiera iluminar los aspectos relativos a la funcionalidad militar y/o organizativo-administrativa que pudiera manifestar esta fortaleza santiaguista, intentaremos aclarar algunos aspectos y confusiones, ciertamente comunes.
De inicio en cuanto a la identificación propuesta que relaciona los topónimos Biedma y Santa María del Castellar, ambos lugares existentes en las modernas cartografías, muy cercano el uno del otro, pero aludiendo a diferentes realidades espaciales que, sin embargo, creemos conformó un único sitio en la Edad Media identificado como Biedma o Medina, según recoge el citado documento de 1156.
El primitivo núcleo defensivo islámico encaramado en el escarpe sobre el río Tajo, dio paso por tanto a un asentamiento en la misma vega, mucho más cerca de las tierras y medios de producción campesina -aceñas y molinos-, ya en un momento de clara orientación hacia la puesta en explotación de los territorios conquistados.
El topónimo Biedma aludía, de este modo, a una realidad doble, por un lado al primigenio castillo, más adelante transformado en la ermita de Nuestra Señora del Castellar, y al mismo tiempo al núcleo poblacional establecido en el valle, actualmente identificado como una gran casona de campo en la orilla derecha del Tajo, a escasos metros del encaramado cerro del castillo.
Por otro lado, no es infrecuente que encontremos denominado el castillo de Biedma como castillo del Tormón. Esto no tiene otro fundamento que el de tratarse en realidad de aquel castillo que doña Sancha Pérez de Azagra entregó en plena propiedad a la Orden de Santiago, junto a todo lo que, con su hija Milia López, ambas poseían en el Reino de Aragón y en Santa María de Albarracín, a cambio de recibir de por vida los lugares de Villarrubia, Biedma y Villandín. No hay referencia alguna a que el Castellar o Biedma tomaran tal nombre, y únicamente entendemos, que en algún momento se interpretó de forma errónea el aludido documento de donación, y que, como ocurre tantas veces, el error tomó forma de realidad histórica sin base cierta.
El topónimo Biedma aludía, de este modo, a una realidad doble, por un lado al primigenio castillo más adelante transformado en la ermita de Nuestra Señora del Castellar. y al mismo tiempo al núcleo poblacional establecido en el valle, actualmente identificado como una gran casona de campo en la orilla derecha del Tajo.
En definitiva lo que parece evidente es que, a pesar de formar parte de los señoríos santiaguistas desde fechas muy tempranas, el mantenimiento operativo de la fortaleza por parte de la orden debió ser efímero, y en cualquier caso no cuajó en la consolidación de un núcleo habitado permanente. Nada conservamos, por tanto, del viejo castillo excepción hecha del privilegiado emplazamiento que ocupaba, lugar hoy transformado en santuario.
Fuentes:
- "Fortalezas Santiaguistas - La Orden de la rivera del Tajo (Siglos XII-XVI)" - J.Santiago Palacios
- "Algunas Fortalezas Santiaguistas desaparecidas" - Asociación Española de amigos de los castillos. - 2005
Música: Renacimiento Flauta y Clavecín