En la actuación arqueológica en el yacimiento de El Castellar, se descubrieron restos de viviendas de la Edad del Hierro con zócalos de piedras y alzado de adobe, las cuales se adaptaban a los desniveles del terreno mediante la construcción de tramos de escaleras entre ellas. Los restos cerámicos han permitido establecer una larga secuencia de ocupación que abarca toda la Edad del Hierro y época musulmana. De este último período, se documentaron los restos de una torre del antiguo recinto murado árabe.
Recodo del río al este del yacimiento
A finales del año 2003 el yacimiento estaba fuertemente alterado por actividades antrópicas que básicamente consistían en la explanación de una superficie contigua a la ermita para habilitar aparcamientos para vehículos, el relleno de parte de los barrancos que se abren al Oeste del yacimiento por los vertidos de yesos que generan las actividades extractivas mineras y la reforestación de pinos que propició la abertura de grandes surcos a la entrada del poblado en su parte meridional, el lugar en donde se supone que se ubicaba la necrópolis. A ellos hay que añadir la erosión vertical de los taludes que se asoman al cauce del río, hacia el Este, produciendo grandes desprendimientos que ya han causado la pérdida de un buen porcentaje del sitio.
Posteriormente a la actuación, se procedió el desmonte con excavadora del sector en el que se había actuado arqueológicamente, de modo que fueron destruidos todos los restos que se citan en este texto. Posteriormente, otras obras de acondicionamiento del vial, canalización de aguas y zanjas de tendido eléctrico han afectado a los restos en una medida que no fue evaluada.
Foto-interpretación del recinto del yacimiento y los agentes antrópicos que lo han afectado
El Castellar
La ermita de El Castellar se encuentra en la margen izquierda del río Tajo, en un recodo del mismo, que por esta zona son llamados “remansos”, a una altitud media de 500 m. El cauce errático del río Tajo ha ido formando a la largo de su historia numerosos meandros, que cuando se acercan a los escarpes de yesos (abundantes en esta parte del cauce) excavan los taludes ya de por sí escarpados, formando verdaderas paredes que a veces se elevan medio centenar de metros sobre las aguas del río. En el borde de uno de estos escarpes labrado por el río, se alza actualmente la ermita de El Castellar. Quizá por ello, la creencia popular ubicaba aquí el Castillo árabe del Torcón o Tormón como se recoge en la creencia popular.
En los textos medievales se nombra ya desde el siglo XIII la ermita de “El Castellar”. Esta ermita gozaba de amplia fama como benefactora para las lluvias y conserva fuerte devoción en el pueblo de Villarrubia. A consecuencia de ello, el edificio y su entorno se ha ido remodelando con los años, ocupando cada vez más espacio con el habilitamiento de una explanada para aparcamiento de coches, a costa del yacimiento arqueológico, al que ha afectado.
Alfonso VII de León
En los mapas de los siglos XVIII y XIX aparece con el nombre de ermita del Castellar o Castillo de Biedma. Biedma, por su parte se cita como lugar repoblado por Alfonso VII y las Ordenes Militares en los siglos XII y XIII.
Alfonso VI de León
Abderraman III
Ante las dificultades para le repoblación de las aldeas del valle del Tajo, Biedma fue vendida por D. Lope de Varea y Dª Sancha a la Orden de Santiago en 1204;
“Modo voluntate spontanea statuimos et confirmamus cum magistro domno Suero et Gomez comendadore et F. Didaci et F. Gunzalvi et F. Petri priore, et conventu de Ucles cumque die conventus vel magister dederint nobis quingentos morabetinos chicos, recipiant suam hereditatem de Biedma et de Villa Ruvia”
,creándose una encomienda cuyo primer comendador fue Iñigo de Ricla. Esta encomienda de Viedma tuvo una vida gris reduciéndose a una pequeña granja ubicada en la margen derecha del Tajo, y apareciendo como despoblada ya en el siglo XV, de modo que los libros de visitas de la Orden señalan que el único edificio reconocible era la ermita de Nuestra Señora del Castellar. Por ello un siglo después, en las Relaciones de Felipe II se afirma:
“Y demas de estas (ermitas) en el término de Biezma, una legua de esta villa está otra ermita que se llama Nuestra Señora del Castellar muy antigua, la cual es muy frecuentada de toda la comarca, por ser de mucha devoción y estar en un sitio muy estraño en una peña, ribera el dicho Tajo hasta esta villa, llamase del Castellar a lo que se cree, por haber vestigio en ella de algún castillo”.
La Ermita del Castellar está catalogada en el Inventario de Bienes Culturales de Castilla La Mancha. El castillo llamado Tormón, aparece en un inventario de arquitectura militar de 1968 del que sólo se conservan vestigios en tal estado de ruina que no permiten reconstruir la planta del mismo.
En el Inventario Arqueológico de la Diputación Provincial figuran cerca de este enclave,
El yacimiento de El Castellar es inventariado en una lista completa de los lugares de la Edad del Hierro de la región. Se le atribuye una extensión de 6,9 Has. El Castellar es uno de los ejemplos de los recintos amurallados de la Edad del Hierro que aprovechan los más abruptos frentes de escarpe en los orillas del Tajo.
Actuación arqueológica (2003-2004)
La actuación arqueológica realizada a finales de 2003, se centró sobre uno de los espolones centrales del yacimiento (el más próximo a la ermita), que estaba formado por una loma cortada de antaño en su lado meridional para la construcción de una carretera que lleva del pueblo a la ermita. Este loma se eleva hacia el Este, formando un cerrete que se asoma, como toda le vertiente oriental, al escarpe sobre la curva del río. Hacia el Norte y Oeste, desciende empinadas laderas fruto de la erosión provocada por el barranco o torrente que se abre en este lado.
Se pudieron trazar un total de 15 cuadrículas que se extendían por una superficie de 3.375 m2, de las cuales se seleccionaron para su excavación arqueológica solo aquellas en las que se conservaba algún espesor de suelo.
Se realizaron pequeñas catas en diversos lugares del área de estudio a fin de evaluar la potencia arqueológica de la zona. Los resultados fueron los esperados, constatándose la práctica destrucción de los restos en la mayor parte de la extensión, especialmente en la pequeña meseta central.
Hacia el Oeste tampoco quedaban restos arqueológicos conservados, pues al igual que en la meseta, la erosión ha dejado al descubierto la capa geológica compuesta por yesos grises y especulares. Por el contrario, en la parte Sur, directamente sobre el pequeño cantil practicado en su día para la carretera local que lleva a la ermita del Castellar, los derrumbes de espejuelos de las partes más altas, habían tapado una gruesa capa de sedimentos arqueológicos existente bajo ellos, y que fue saliendo a la luz a medida que se retiraban las capas superficiales del terreno.
El cerro del borde Este está partido por una grieta de más de 1 m. de ancho y de al menos 8m de profundidad. Esta grieta permite la observación de un corte estratigráfico. En la base aparecen los restos de una superficie de yeso a modo de suelo sobre rocas de espejuelo. Directamente sobre este suelo se disponen una serie de vigas de madera calcinadas. Aparecen los cortes de la sección circular de cuatro palos, sobre ellos se dispone otro longitudinalmente y sobre el un manto de paja u otro material vegetal de características similares igualmente carbonizado. Se consiguió realizar algunas fotografías y tomar unas muestras de los carbones, que pertenecen a la especia de pinus pinaster.
Detalles de sondeos sobre cuadrículas
C-1
Se trata de un espacio de 5 x 5 m. en la parte occidental junto al talud Sur de la carretera. Ocupando la mitad del espacio aparece un escalón practicado sobre los espejuelos que conforman el suelo natural. Este escalón debe corresponder a obras de abancalamiento de la ladera para habilitar viviendas.
La altura del escalón es de 25cm, pero se encuentra muy alterado por una fosa rellena con basuras de todo tipo, entre las que se documentan huesos de animales.
Esta fosa penetra en el suelo geológico de espejuelo y está cubierta por una capa de suelo vegetal a base de arcillas marrón claro y relleno de pequeñas calizas y guijarros.
Los niveles no alterados pertenecen a explanaciones antiguas de modo que los materiales arqueológicos se encuentran en contexto original pero secundario, ya que fueron alterados en su día, probablemente para habilitar nuevas construcciones que la erosión ha destruido en su totalidad. Por ello los restos cerámicos, sin ser escasos, se encuentran en extremo fragmentados, evidenciando roturas antiguas.
C-2
Los trabajos se iniciaron en la C-2 dado que allí afloraban en superficie varias piedras. Una vez retirada la capa superficial o manto vegetal, se comprobó la existencia de una alineación de piedras. El ancho era de 45cm. que ocupan dos piedras, pero hacia el Norte corría casi paralela al muro una franja con arcilla suelta y blanda que más tarde ha podido interpretarse como el relleno de una de las numerosas grietas que se abren en la zona, y que ha destruido parcialmente el muro, por lo que no se puede evaluar su anchura.
Los paralelos de otros lugares sugerían la existencia de una o dos hiladas de piedra en altura, ya que el resto de las paredes se hacían con adobes de barro que, salvo en el caso de que se hayan quemado, no se pueden diferenciar del suelo circundante.
Hacia el Este, poco antes de llegar a la C-3 se conserva en buen estado una esquina y sobre todo la cara exterior de la pared perpendicular a la anterior, formada por piedras de la misma naturaleza pero de mayor tamaño y bien canteadas al exterior. De esta nueva pared apenas se conserva un tramo de 1,3 m. de longitud, ya se encuentra destruida por el talud de la carretera. No cabe duda que continuaba más al Sur, a juzgar por las piedras caídas sobre el propio talud.
Cubeta de arcilla
Hacia el interior, al Norte, se documentó la existencia de una superficie de arcilla tamizada y apelmazada y algo quemada. Se conserva parte de una superficie explanada del mismo material a modo de suelo, con la unión con las paredes redondeada. La altura de paredes conservada es de 18-20 cm. El material que rellena este espacio cuadrangular está compuesto por unas margas y yesos blancos muy deleznables, de textura polvorienta y poca consistencia, con numerosos nódulos o pequeños cantos de caliza y espejuelo.
Restos romanos de la vega en primer término.
La Ermita del Castellar está catalogada en el Inventario de Bienes Culturales de Castilla La Mancha. El castillo llamado Tormón, aparece en un inventario de arquitectura militar de 1968 del que sólo se conservan vestigios en tal estado de ruina que no permiten reconstruir la planta del mismo.
En el Inventario Arqueológico de la Diputación Provincial figuran cerca de este enclave,
- Yacimientos de Lengua del Castellar, junto al puente sobre el Tajo de la carretera de Villarrubia de Santiago a Colmenar de Oreja, con ocupación del Paleolítico, Edad del Bronce y Hierro I;
- Vega del Castellar, al pie de la ermita, junto al río, en el entorno de la Mina, lugar en el que se documentaron en los años 1970 unas tumbas tardorromanas o visigodas.
- Biedma I y Biedma II, al otro lado del Tajo, se trata de yacimientos romanos junto a la casa de labor de Biedma en una ancha terraza de la margen derecha del río.
El yacimiento de El Castellar es inventariado en una lista completa de los lugares de la Edad del Hierro de la región. Se le atribuye una extensión de 6,9 Has. El Castellar es uno de los ejemplos de los recintos amurallados de la Edad del Hierro que aprovechan los más abruptos frentes de escarpe en los orillas del Tajo.
Actuación arqueológica (2003-2004)
La actuación arqueológica realizada a finales de 2003, se centró sobre uno de los espolones centrales del yacimiento (el más próximo a la ermita), que estaba formado por una loma cortada de antaño en su lado meridional para la construcción de una carretera que lleva del pueblo a la ermita. Este loma se eleva hacia el Este, formando un cerrete que se asoma, como toda le vertiente oriental, al escarpe sobre la curva del río. Hacia el Norte y Oeste, desciende empinadas laderas fruto de la erosión provocada por el barranco o torrente que se abre en este lado.
Escarpes del yacimiento vistos desde el río
Se pudieron trazar un total de 15 cuadrículas que se extendían por una superficie de 3.375 m2, de las cuales se seleccionaron para su excavación arqueológica solo aquellas en las que se conservaba algún espesor de suelo.
Se realizaron pequeñas catas en diversos lugares del área de estudio a fin de evaluar la potencia arqueológica de la zona. Los resultados fueron los esperados, constatándose la práctica destrucción de los restos en la mayor parte de la extensión, especialmente en la pequeña meseta central.
Hacia el Oeste tampoco quedaban restos arqueológicos conservados, pues al igual que en la meseta, la erosión ha dejado al descubierto la capa geológica compuesta por yesos grises y especulares. Por el contrario, en la parte Sur, directamente sobre el pequeño cantil practicado en su día para la carretera local que lleva a la ermita del Castellar, los derrumbes de espejuelos de las partes más altas, habían tapado una gruesa capa de sedimentos arqueológicos existente bajo ellos, y que fue saliendo a la luz a medida que se retiraban las capas superficiales del terreno.
El cerro del borde Este está partido por una grieta de más de 1 m. de ancho y de al menos 8m de profundidad. Esta grieta permite la observación de un corte estratigráfico. En la base aparecen los restos de una superficie de yeso a modo de suelo sobre rocas de espejuelo. Directamente sobre este suelo se disponen una serie de vigas de madera calcinadas. Aparecen los cortes de la sección circular de cuatro palos, sobre ellos se dispone otro longitudinalmente y sobre el un manto de paja u otro material vegetal de características similares igualmente carbonizado. Se consiguió realizar algunas fotografías y tomar unas muestras de los carbones, que pertenecen a la especia de pinus pinaster.
Vigas de madera quemada
Detalles de sondeos sobre cuadrículas
El yacimiento de El Castellar y los yacimientos amurallados de la Edad del Hierro de sus cercanías.
C-1
Se trata de un espacio de 5 x 5 m. en la parte occidental junto al talud Sur de la carretera. Ocupando la mitad del espacio aparece un escalón practicado sobre los espejuelos que conforman el suelo natural. Este escalón debe corresponder a obras de abancalamiento de la ladera para habilitar viviendas.
La altura del escalón es de 25cm, pero se encuentra muy alterado por una fosa rellena con basuras de todo tipo, entre las que se documentan huesos de animales.
Restos de huesos y asta
Esta fosa penetra en el suelo geológico de espejuelo y está cubierta por una capa de suelo vegetal a base de arcillas marrón claro y relleno de pequeñas calizas y guijarros.
Los niveles no alterados pertenecen a explanaciones antiguas de modo que los materiales arqueológicos se encuentran en contexto original pero secundario, ya que fueron alterados en su día, probablemente para habilitar nuevas construcciones que la erosión ha destruido en su totalidad. Por ello los restos cerámicos, sin ser escasos, se encuentran en extremo fragmentados, evidenciando roturas antiguas.
C-2
Los trabajos se iniciaron en la C-2 dado que allí afloraban en superficie varias piedras. Una vez retirada la capa superficial o manto vegetal, se comprobó la existencia de una alineación de piedras. El ancho era de 45cm. que ocupan dos piedras, pero hacia el Norte corría casi paralela al muro una franja con arcilla suelta y blanda que más tarde ha podido interpretarse como el relleno de una de las numerosas grietas que se abren en la zona, y que ha destruido parcialmente el muro, por lo que no se puede evaluar su anchura.
Lateral del muro
Hacia el Este, poco antes de llegar a la C-3 se conserva en buen estado una esquina y sobre todo la cara exterior de la pared perpendicular a la anterior, formada por piedras de la misma naturaleza pero de mayor tamaño y bien canteadas al exterior. De esta nueva pared apenas se conserva un tramo de 1,3 m. de longitud, ya se encuentra destruida por el talud de la carretera. No cabe duda que continuaba más al Sur, a juzgar por las piedras caídas sobre el propio talud.
Vista Sur desde el Este
Cubeta de arcilla apisonada
Fragmento de asa y borde de caliciforme.
Galbo de botella común musulmana con pared acanalada.
Aparecen en este nivel superficial, al igual que en el relleno de la fosa de la C-1, algunos fragmentos de tejas curvas con manchas de fuego, pero de aspecto más grueso y mayor tamaño que la típica teja árabe, por lo que no se descarta que se trate de ímbrices romanos o de origen romano.
La pared de arcilla de la estructura cuadrangular es paralela al muro de calizas, conformando un ancho de 1,7m. Aunque la grieta ha alterado el muro de piedras, no es probable que tuviera este ancho en origen, ya que junto a la pared de arcilla existe una franja de 60cm. no alterada y sin piedras.
Es difícil la interpretación de esta estructura cuadrangular. Por su aspecto hace pensar en un algibe, pero los materiales (arcilla decantada) con los que está hecha no son aptos para guardar agua, tal vez haya perdido una capa superior impermeable, o bien fuera utilizada para un uso.
C-3
Escaleras
Adosadas a la pared que es cortada por el talud, se conservan los retazos de unas escaleras de piedras formadas sobre todo por grandes bloques de espejuelo y calizas retocadas. Se conservan los indicios de tres escalones de 1,1 m. de ancho y unos 20 cm. de alto y el pie o longitud de la huella de 50 cm., formados en los tres casos por tres piedras mayores y un relleno con otras más pequeñas. Corren paralelas y adosadas a la pared, en dirección Sur.
Fragmentos de escalones de piedra
Unión de escalones al muro
Por el Norte se conserva la superficie de un suelo formado por arcillas y margas compactadas, de aspecto arenoso con un frente endurecido de color marrón oscuro o gris claro que evidencia el efecto del fuego.
El suelo se inclina hacia el Oeste y presenta un perfil en V. Esta disposición se debe a la existencia de una nueva grieta que ha provocado el desplazamiento de materiales hacia abajo. Otra nueva grieta se dispone hacia el Este de la cuadrícula. Sobre ella quedan abundantes piedras calizas, sin duda procedentes de zócalos de antiguas paredes.
Zócalo de piedra de uno de los muros
Grietas o "huércenes" del terreno.
Surcada por varias grietas, algunas de mayor tamaño, constituyen un verdadero riesgo para los propios arqueólogos. A medida que se excava se constata la destrucción producida por estas grietas. No es posible documentar la dirección de las estructuras, que sin duda existieron pues los acúmulos de calizas, alguna arenisca y espejuelo, son grandes.
C-5
A pesar de que apenas se excavó en ella se procedió a numerarla para dibujar la planta con los restos de una pared que aflora en el Perfil Sur. Se trata de un acúmulo de piedras calizas de buen tamaño. Discurre desde el Oeste, naciendo bajo las escaleras como una superficie de espejuelos desmenuzados. Aunque se interrumpe por la existencia de dos grietas, continúa hacia el Este alcanzando una longitud de 10m. El ancho sólo se puede evaluar en ciertos tramos, alcanzando los 65cm. La apreciación de esta estructura es difícil porque se dispone de forma paralela al Perfil Sur, es decir, estaría cortada longitudinalmente por el talud de la carretera habiendo perdido buena parte de las piedras que la conformaban.
Torre musulmana
Cerrando el acceso desde los llanos del Sur en el istmo que delimita el penúltimo de los espolones que conforman el yacimiento de la Edad del Hierro, se levanta un pequeño cerro surcado por dos grandes grietas de varios metros de profundidad. En una de ellas, a 2,5m de la cumbre, se descubre una alineación de maderos quemados. Se pueden ver al menos 4 de ellos, redondos, de unos 15cm de diámetro, y colocados en posición horizontal a espacios regulares de 10cm entre ellos. Bajo ellos existe una capa de arcilla y bajo ella una superficie formada por restos de paja carbonizada. Finalmente, bajo la paja, se halla una superficie endurecida formada por yesos.
Este lugar presentaba grandes dificultades para su excavación, no obstante se interpretó como los restos de una torre o parapeto que cerraba el acceso a los dos últimos espolones del recinto, tal vez incluso parte de la fortificación de la entrada a lo que en su día fue el castillo o recinto fortificado musulmán.
En otros yacimientos de los alrededores es común que el asentamiento musulmán posea extensiones más reducidas que el recinto de la Edad del Hierro, así en Alhajilla, Fuentidueña de Tajo, aguas arriba de El Castellar, se puede ver el foso musulmán dentro del recinto enmarcado por el foso y la barrera de la Edad del Hierro. Algo similar ocurre en el famoso castillo de Oreja, aguas debajo de El Castellar, en donde el recinto amurallado musulmán está dentro del de la Edad del Hierro, mucho más amplio, y el castillo aún ocupa una superficie dentro en el borde del espolón que se asoma al frente de escarpe sobre la vega del río.
Es por ello que se proyectó la excavación completa del lugar, algo que lamentablemente no se pudo cumplir ya que las licencias municipales consintieron la destrucción de estos restos por una máquina excavadora en el verano de 2004.
Conclusión
La impresión general que se desprende en la disposición de los distintos niveles en El Castellar, es la existencia de una ocupación prolongada con numerosas reestructuraciones del mismo hábitat, que finalmente debió ser abandonado de forma paulatina o no traumática. En el perfil Sur se documentan al menos 3 suelos nítidamente, que deben corresponder a otros tantos momentos de ocupación o reestructuraciones.
No se ha constatado ningún resto en deposición primaria, a excepción de las estructuras, por lo que hay que valorar negativamente la posibilidad de realizar hallazgos muebles en contexto original, o sólo parcialmente destruidos. Las estructuras responden a los patrones usuales del mundo ibérico, con muros formados por zócalos de dos hiladas de alto y dos piedras de ancho, en ambos casos sin trabajar o a lo sumo ligeramente canteadas, como encontramos en yacimientos cercanos: Plaza de Moros, Villatobas o el Cerro de la Gavia, junto al Manzanares.
En El Castellar se utilizan piedras locales formadas en su mayoría por yesos muy alterados. Al igual que se ha constatado en Plaza de Moros, las viviendas se adaptaban a las fuertes pendientes de las laderas, pero da la impresión de que en El Castellar los trabajos de abancalamiento e instalación de las viviendas fueron de mayor envergadura (sin duda los mayores desniveles del lugar lo requerían), como señala el pasillo del que se conservaban tres escalones de piedra, que recuerda los tramos de escaleras y las disposición general de asentamientos ibéricos en terraza.
Por lo que respeta a los hallazgos muebles realizados, destaca la existencia de algún fragmento de bronce perteneciente a una fíbula anular hispánica, y la total ausencia de elementos de hierro, si bien hay que tener en cuenta que este terreno yesífero apenas permite la conservación de los metales.
Galbos de tinajilla con engobe rojo jaspeado
Entre los fragmentos de cerámica a torno, destacan el elevado porcentaje con decoraciones pintadas geométricas: series de círculos concéntricos, semicírculos y cuartos de círculo, series de líneas, alternancia de líneas y bandas, bandas y líneas en rojo vinoso alternando con el fondo con engobe rojo, melenas y engobes jaspeados rojizos y negruzcos.
Tan sólo se pueden reconstruir las formas de una tinajilla con pintura jaspeada, la boca de un tonelete con pintura jaspeada rojiza, de los cuales se han hallado fragmentos de hasta media docena de ejemplares en el cercano Plaza de Moros, y dos cuencos, uno con pie y el otro con base plana ligeramente umbilicada. Quizás el fragmento con estampillas a base de estrellas de nueve radios y aspa, y algunos pequeños fragmentos de cuenquitos de barniz rojo púnico, puedan servirnos para situar al menos un momento de población en torno al siglo III a.C.
Unos fragmentos a mano de borde ollas de gran tamaño tienen asimismo paralelos en Plaza de Moros, pero uno de ellos presenta un cordón umbilicado bajo el borde, que es más propia de momentos antiguos, de comienzos de la Segunda Edad del Hierro.
No sabemos el momento en el que se abandona el poblado, pero al menos desde el cambio de Era se desarrolla una ocupación romana a los pies del escarpe en donde se levanta la ermita. Este asentamiento ocupa toda la terraza hasta el borde actual del río y sabemos que pervivió hasta época tardía pues en 1970 se excavaron unas tumbas de cronología tardorromana o visigoda. Probablemente quedaran en la vega restos de esta población, cuando los musulmanes, por mandato de Abderramán III, se dedicaron a fortificar la orilla Sur del Tajo y levantaron una pequeña fortaleza sobre parte del antiguo recinto amurallado de la Edad del Hierro.
Unos fragmentos a mano de borde ollas de gran tamaño tienen asimismo paralelos en Plaza de Moros, pero uno de ellos presenta un cordón umbilicado bajo el borde, que es más propia de momentos antiguos, de comienzos de la Segunda Edad del Hierro.
Fragmentos de cerámicas a mano, una de ellas con cordón umbilicado
No sabemos el momento en el que se abandona el poblado, pero al menos desde el cambio de Era se desarrolla una ocupación romana a los pies del escarpe en donde se levanta la ermita. Este asentamiento ocupa toda la terraza hasta el borde actual del río y sabemos que pervivió hasta época tardía pues en 1970 se excavaron unas tumbas de cronología tardorromana o visigoda. Probablemente quedaran en la vega restos de esta población, cuando los musulmanes, por mandato de Abderramán III, se dedicaron a fortificar la orilla Sur del Tajo y levantaron una pequeña fortaleza sobre parte del antiguo recinto amurallado de la Edad del Hierro.
Los maderos quemados del cerro oriental que la grieta ha dejado al descubierto pertenecen a la ocupación musulmana, así como probablemente la cubeta cuadrangular construida con arcilla apelmazada, sobre la cual se descubrieron varios fragmentos de botellas musulmanas con paredes acanaladas.
Mis agradecimientos a Dionisio Urbina Martínez, Doctor en Historia Antigua y arqueólogo en la intervención arqueológica en El Castellar, por la detallada información sobre las Actas de las II Jornadas de Arqueología de Castilla La Mancha - Toledo, 2007 (Actuaciones arqueológicas en proyectos urbanísticos)
Fragmentos de cerámicas con decoraciones pintadas geométricas y engobes rojos. Boca de tonelete y pequeño cuenco.
Mis agradecimientos a Dionisio Urbina Martínez, Doctor en Historia Antigua y arqueólogo en la intervención arqueológica en El Castellar, por la detallada información sobre las Actas de las II Jornadas de Arqueología de Castilla La Mancha - Toledo, 2007 (Actuaciones arqueológicas en proyectos urbanísticos)
Música: Vlla Obila - La rosa enflorece (Romance sefardí, Siglo XII)