Vídeo Bajada 2010. Por María Zamorano.
Desde el 6 de septiembre, ha visitado a su pueblo durante el resto del mes y como se explica en el anterior artículo, como celebración y en su honor, tienen lugar las fiestas patronales. Después de diversos y numerosos actos religiosos, misas en su honor, canto de salves, procesiones, celebración de bautizos, misas dedicadas a los enfermos, a los difuntos, a los jóvenes y niños, aniversarios de matrimonios...., llega el mencionado último domingo del mes de septiembre, día de fiesta a la vez que de tristeza, tristeza de su pueblo por un adiós hasta el año próximo. La Virgen del Castellar es acompañada a su Santuario, lugar donde durante los siguientes once meses, once largos meses, será ella quién esperará y recibirá nuestra visita, desde donde seguirá siendo nuestra singular Protectora.
El domingo comienza con la Santa Misa en la Iglesia de San Bartolomé Apostol y Salve de despedida. Continuando seguidamente con la procesión hacia su Santuario, pero antes de su llegada a éste, tradicionalmente tienen lugar dos paradas:
Hace muchos años, el acto de despedida se realizaba a la salida del pueblo, posteriormente y hasta la actualidad, tiene lugar la tradición popular de el Motete de despedida, congregando junto al Pozo de San Pedro, a todos, tanto a su pueblo en masa como a devotos repartidos por distintas ciudades, a todos sus hijos.
Cada vez más y más, se suman estáticos, sin pestañear en aquel solemne momento del Motete musical que precede al adiós, en que la lengua enmudece y el corazón palpita sin ritmo, de pena y gratitud al mismo tiempo, dejándose escapar algunas lágrimas.
Seguidamente, se da paso a otro momento de tristeza, en el que la Virgen es acompañada hasta la Ermita del Humilladero, lugar en que es subida en su carruaje, carruaje mediante el cual es trasladada a su Santuario.
Después del inenarrable momento en que parte hacia el Santuario, una nutrida comitiva va a pie, como en cortejo, desafiando inclusive a las inclemencias del tiempo si es necesario, aclamando, cantando y entonando su plegaria.
En los alrededores del Santuario, espera la multitud que la acompañará en festejo de romería el resto del día y hasta bien entrada la noche. Familiares, amigos, vecinos, conocidos y no conocidos se reúnen para pasar el día en comunión, comiendo, bebiendo, bailando, charlando, riendo, ocasión que sirve en muchas ocasiones como reencuentro de amistades que ha separado el tiempo.
Me parece de interés, resaltar la procesión que tuvo lugar en el año 1946. Tras la inauguración el año anterior del retablo del Castellar, la Virgen fue acompañada procesionalmente por las imágenes de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, que unidas a las de San Joaquín y Santa Ana, de donación particular, sirvieron desde ese momento como escolta en su Santuario.
Como en otros artículos, por lo entrañables de las palabras, añado una parte del texto contenido en el libro de fiestas del año 1995 por María Tormón y que incluye a su vez la letra del Motete de despedida.
"Sin embargo, todos los años me parece oír por primera vez el motete de despedida a la Patrona. Cuando la Mariposa llega al Pozo de San Pedro, voces graves y rotundas empiezan a desgranar la primera estrofa:
Termino siempre pensando que es una canción de amor que proclama que la vida empieza ahora de nuevo pero también enseña que no hay que cerrar los ojos al dolor. Los ausentes y los muertos forman un contrapeso de dolor y nostalgia en las alegrías. Y es así y no hay vuelta. De ahí que todos los años espere en mi sitio a que la Virgen reanude su camino hacia la Ermita del Humilladero. Al llegar a mi altura, nos miramos y hablamos de muchas cosas en un momento. Tras nuestra última conversación no he podido impedir que alguna lágrima tradujese mi alegría interior."
Desde el 6 de septiembre, ha visitado a su pueblo durante el resto del mes y como se explica en el anterior artículo, como celebración y en su honor, tienen lugar las fiestas patronales. Después de diversos y numerosos actos religiosos, misas en su honor, canto de salves, procesiones, celebración de bautizos, misas dedicadas a los enfermos, a los difuntos, a los jóvenes y niños, aniversarios de matrimonios...., llega el mencionado último domingo del mes de septiembre, día de fiesta a la vez que de tristeza, tristeza de su pueblo por un adiós hasta el año próximo. La Virgen del Castellar es acompañada a su Santuario, lugar donde durante los siguientes once meses, once largos meses, será ella quién esperará y recibirá nuestra visita, desde donde seguirá siendo nuestra singular Protectora.
El domingo comienza con la Santa Misa en la Iglesia de San Bartolomé Apostol y Salve de despedida. Continuando seguidamente con la procesión hacia su Santuario, pero antes de su llegada a éste, tradicionalmente tienen lugar dos paradas:
Hace muchos años, el acto de despedida se realizaba a la salida del pueblo, posteriormente y hasta la actualidad, tiene lugar la tradición popular de el Motete de despedida, congregando junto al Pozo de San Pedro, a todos, tanto a su pueblo en masa como a devotos repartidos por distintas ciudades, a todos sus hijos.
Cada vez más y más, se suman estáticos, sin pestañear en aquel solemne momento del Motete musical que precede al adiós, en que la lengua enmudece y el corazón palpita sin ritmo, de pena y gratitud al mismo tiempo, dejándose escapar algunas lágrimas.
1947
Seguidamente, se da paso a otro momento de tristeza, en el que la Virgen es acompañada hasta la Ermita del Humilladero, lugar en que es subida en su carruaje, carruaje mediante el cual es trasladada a su Santuario.
Después del inenarrable momento en que parte hacia el Santuario, una nutrida comitiva va a pie, como en cortejo, desafiando inclusive a las inclemencias del tiempo si es necesario, aclamando, cantando y entonando su plegaria.
En los alrededores del Santuario, espera la multitud que la acompañará en festejo de romería el resto del día y hasta bien entrada la noche. Familiares, amigos, vecinos, conocidos y no conocidos se reúnen para pasar el día en comunión, comiendo, bebiendo, bailando, charlando, riendo, ocasión que sirve en muchas ocasiones como reencuentro de amistades que ha separado el tiempo.
Bajada 1948
Bajada 1948
Bajada 1953
Me parece de interés, resaltar la procesión que tuvo lugar en el año 1946. Tras la inauguración el año anterior del retablo del Castellar, la Virgen fue acompañada procesionalmente por las imágenes de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, que unidas a las de San Joaquín y Santa Ana, de donación particular, sirvieron desde ese momento como escolta en su Santuario.
Como en otros artículos, por lo entrañables de las palabras, añado una parte del texto contenido en el libro de fiestas del año 1995 por María Tormón y que incluye a su vez la letra del Motete de despedida.
"Sin embargo, todos los años me parece oír por primera vez el motete de despedida a la Patrona. Cuando la Mariposa llega al Pozo de San Pedro, voces graves y rotundas empiezan a desgranar la primera estrofa:
Madre, Madre te apellidan
y te aclaman a porfía
y te imploran noche y día
y bendicen tu bondad.
Madre, Madre, su plegaria
a tu excelso trono llegue;
no haya gracia que les niegue
tu fraterna caridad.
Del pobre y del desvalido
eres Madre y esperanza,
pues, si del mal oprimidos,
a sufrir tanto no alcanzan,
te nombran su intercesora
y aseguran sin recelo
que al corazón que te implora
no le dejas sin consuelo.
Tú, que moras en el cielo,
Madre de mi devoción,
dame para mi consuelo
una eterna salvación.
Y, risueña, alza la mano,
dulce prenda de mi suerte,
y en el trance de la muerte
échanos tu bendición.
Termino siempre pensando que es una canción de amor que proclama que la vida empieza ahora de nuevo pero también enseña que no hay que cerrar los ojos al dolor. Los ausentes y los muertos forman un contrapeso de dolor y nostalgia en las alegrías. Y es así y no hay vuelta. De ahí que todos los años espere en mi sitio a que la Virgen reanude su camino hacia la Ermita del Humilladero. Al llegar a mi altura, nos miramos y hablamos de muchas cosas en un momento. Tras nuestra última conversación no he podido impedir que alguna lágrima tradujese mi alegría interior."